“La fotografía es solamente una débil voz,
pero a veces… puede conducir nuestros sentidos hacia la conciencia."
La
fotografía cambió nuestra manera de ver el arte y el paisaje. La clave de una
buena imagen es, que lo que ves impreso o en el ordenador, no lo hayas visto
antes. La técnica se podría aprender fácilmente, pero eso en el fondo
representa el problema, ya que no todo el que maneja la cámara puede ser
llamado fotógrafo, y el producto de un disparo, ser llamado arte. Por eso,
muchos consideran que existen técnicos en fotografía y fotógrafos, que son dos
cosas muy diferentes.
Eugene
Smith quería ver lo peor de un pueblo. Era 1950. Nadie lo llamaba Eugene, era difícil
para los pobladores. Todos lo conocían como “el americano”. Buscaba retratar la
pobreza, y el pueblo de Deleitosa (población de Cáceres, Extremadura), sin
comprender el verdadero objetivo del retratista, le abrió sus puertas. Porque
en Deleitosa, la pobreza era cotidiana. Esas fotos cambiaron la historia de muchos
de ellos, también catapultó “al americano”. Caminando por las calles del
pueblo, encontramos una calle con el nombre del fotógrafo, para muchos, el padre
del reportaje fotográfico moderno.
A partir
de 1940, Smith comenzó a publicar con regularidad sus fotos en revistas como
Harper´s Bazaar, Collier´s, Time y Life. Poco a poco se convirtió en un
reportero con conciencia política y social. Cubrió la contienda en el pacífico,
durante la Segunda Guerra Mundial, para Life. En algún momento de esa disputa,
dejó de hacer fotos a los soldados y se volcó a reflejar el sufrimiento de los
civiles, aquellos inocentes que son víctimas del poder y las contiendas. Y a
partir de ese momento, cambió de objetivo, se propuso captar el corazón de las
personas.
Smith
llegó a España con el encargo de realizar un reportaje sobre el hambre, en lo
más crudo de la posguerra civil. La revista Life quería denunciar los problemas
de aprovisionamiento de alimentos en la España fascista, debido al bloqueo “casi”
internacional, que sufrían en aquella época. El gobierno de Franco aceptó con
cautela el reportaje, primero porque se trataba de una revista americana, y
segundo, porque graficaría los efectos del bloqueo internacional sufrido por
los españoles. Pero Smith vislumbró otro objetivo, a medida que recorría
territorio español, buscando el lugar idóneo para su reportaje.
“Voy a
intentar entrar en un pueblo español, a fin de describir la pobreza y el miedo
engendrado por el régimen fascista”, se guardan varias cartas enviadas a su
madre, explicando el objetivo del viaje. Entró en España desde Hendaya (País
Vasco francés) y recorrió casi 10.000 kilómetros en coche. Deleitosa no era un
pueblo rico, tampoco el más pobre, es decir mantenía un equilibrio. En la
sierra cacereña encontró un pueblo dividido por la guerra, habían enterrado ya
a sus muertos y continuaban otra batalla, la de la supervivencia. Deleitosa
tenía pan pero no electricidad ni agua corriente. Las calles eran de tierra.
Las manos de los trabajadores, curtidas por el campo, las mujeres casi todas
vestidas de negro, a causa de los duelos, niños huérfanos por todos lados, un puñado de
falangistas que cada poco les recordaban a esos trabajadores que debían
interesarse por algo que llamaban política y patria, y cinco guardias civiles
que más que imponer el orden, alteraban la existencia de los pobladores.
Los
falangistas lo siguieron a sol y sombra. La guardia civil se presentaba a
diario en la pensión donde habitaba con el objetivo de encontrarle algo. Smith
se cuidó de no mencionar nunca a Franco o a la Guerra Civil. Con discreción, se
caracterizó por hacer muchas preguntas. Y con la ayuda de los pobladores, a
sacar muchas fotografías.
En total,
más de 2000 tomas le permitieron encarar el reportaje denominado “SpanishVillage: It lives in ancient poverty and faith" (Aldea española: vive en la
pobreza ancestral y la fe). Fue publicado el 9 de abril de 1951, y fue un éxito
sin precedentes en la historia de la publicación. Se vendieron más de 22 millones
de ejemplares, entre el número original y las sucesivas reediciones. No sólo se
limitó a las fotos, Smith se encargó de los pies de fotos y los textos,
tratando de no dejar en manos de los redactores, el verdadero sentido de su
trabajo, el transmitir de las emociones, por sobre el contenido político.
Smith no
solo era un gran fotógrafo, era además un excelente laboratorista. Trabajaba
hasta el agotamiento, hasta conseguir la copia que quería. Buscaba la partitura
exacta que evocara con fidelidad la creación, lo que él había visto a través de
la lente. Todos sus trabajos tuvieron un increíble impacto social. Y el de
Aldea española resultó ser su trabajo más famoso.
En
Deleitosa hay un bar que se llama Spanish Village. El dueño lo decoró con las diecisiete
fotografías publicadas en el reportaje. Luego de la prácticamente huída "por patas" de
Smith, el tema del reportaje fue tabú en el poblado. Las fuerzas vivas del
pueblo, el poder civil, militar y religioso, no perdonó la inocente colaboración
de sus habitantes, Deleitosa quedó para siempre inmortalizada como el símbolo más
profundo y miserable de aquella España. Pero como suele ocurrir siempre con el
periodismo, su trabajo superó la denuncia social y afectó la vida de muchos de
sus habitantes. Una de las historias supera toda fantasía y muchos años después,
una de las protagonistas, ha logrado sintetizar el alcance de la muestra:
“Y todo por una foto. Hay que ver
este hombre, lo que ha hecho con esta foto… lo que ha hecho con esta foto.”
La foto a
doble página (pág. 128-129) denominada “The Wake” fue una de las que mayor
impacto causara. Las mujeres de la familia Larra velan por el difunto cuerpo
del patriarca, el abuelo Juan. Es una foto sobrecogedora, donde abunda el negro
del ambiente y de todas las familiares, que con vestidos y pañuelos negros,
lloran sus restos. El blanco del cuello del difunto, algún pañuelo del mismo
color que se presume en un puño apretado y una almohada que sostiene la cabeza de
don Juan Larra, brindan un algo de color a una jornada de duelo. Pero detrás de
la foto, surge la historia, a los pocos meses de publicado el reportaje.
Josefa
Larra, la hija mayor de cuatro hermanos, comienza a recibir cartas en inglés de
un americano, Charles Calusdian. Se enamoró de ella tras verla en la fotografía
del reportaje. Le escribió al alcalde del pueblo pidiendo la dirección de la
mujer (acompañaba la carta, el recorte con la imagen de Josefa). Se ofrecía
viajar a España para interesarse en ella. Le enviaba pinturas, que en Deliciosa
no se conocían. Y como todo estaba en inglés, nadie sabía darle uso.
Descubrieron el esmalte para uñas, cremas para maquillaje, shampoos, colonias,
de todo. El pueblo se hizo eco inmediato de la noticia, se multiplicaron los
rumores y el dicho “pueblo chico, infierno grande”, tomó trascendencia. El
americano le confesaba cuanto ganaba, paro garantizarle tranquilidad a Josefa.
Casi trescientos cincuenta dólares diarios, y en el pueblo podrían llegar a
ganar menos de la mitad, en todo un año.
Cada vez
que recibían carta del americano, había cola en la puerta. Era el tema
principal de la conversación del pueblo. Pero Josefa tenía novio, Saquín. Ya no
podían salir a la calle, el pueblo quería saber cuándo se iba a ir a los
Estados Unidos, el sueño americano era inimaginable hasta entonces en el
pueblo. “¿Va a ser artista?” era la pregunta recurrente.
Josefa quería
a Saquín. Pero todo el mundo quería que se fuera del pueblo, que aceptara la
propuesta del nuevo americano. Pero Josefa quería a Saquín. Y la madre de Josefa,
veía en esas cartas la vía de escape a una situación insostenible. El padre de
Josefa había muerto a causa de la guerra civil, a los 31 años. La familia era
enemiga del alcalde, por pertenecer al bando republicano. Pero Josefa quería a
Saquín (sí, me doy cuenta que lo repetí varias veces) y ante la presión, se fue
a trabajar a Cataluña. Nunca más recibió cartas, nunca más frecuentó a Saquín.
No regresó al pueblo y nunca se casó. De su abuelo casi no recuerda nada, solo
la foto que todavía conserva.
Charles
se enamoró de ese rostro y escribió sin dudarlo. Le envió su foto, y otra
conduciendo un Packard. En el pueblo casi no se conocían los coches, lo
relacionaban con un actor de Hollywood. En un documental de Lluis Jené titulado
“El americano” se puede descubrir el final de la historia. Lo pude ver en la 2
de TVE, pero en la red solo se encuentra su versión original, en catalán.
Charles continúa vivo, pero perdido por los avances del Alzheimer. Su familia,
porque Charles si tuvo familia, no sabe nada de la historia.
Josefa
vive en Sant Feliú de Guixols con sus tres hermanos. Guarda con recelo en una
caja las cartas y las fotos que le enviara el americano, y que le cambiara la
vida. Josefa forma parte de la vida real; la otra, la de la fotografía, es algo
imaginario. Una frase de Charlie Cordero (fotógrafo) puede acercar algo de luz: “Lo más
importante no es la imagen sino el concepto y lo que esta transmita”. Un visor,
un obturador, un objetivo, y una consagración personal, pueden sellar el destino
de las personas.
“Para mí,
la fotografía es algo más que un simple oficio, con una cámara en las manos me
siento portador de una antorcha”, dijo alguna vez Smith de su trabajo. Sabía
buscar matices de la realidad que para muchos pueden pasar desapercibidos. Josefa
puede dar fe, y busca otra definición, “A lo mejor al venirme a Cataluña, quedé
libre de todo”. La pasión por las fotos continúa en aumento, la fotografía
moderna continúa con un tira y afloje sin resolver entre documento o ficción. La
vida real es así, y para rematar, nuevamente la frase de Josefá: “Y todo por
una foto”…
“Si tus fotografías no son buenas,
es porque no te acercaste lo suficiente”.
Robert
Capa.
PD: Hay
más historias generadas por el documental. Invito a que sigan el link y miren
el reportaje de media hora. Esta en catalán, pero es entendible y recomendable.
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