jueves, 12 de junio de 2014

Se me olvidó que te olvidé



“La fotografía es solamente una débil voz, pero a veces… puede conducir nuestros sentidos hacia la conciencia."


La fotografía cambió nuestra manera de ver el arte y el paisaje. La clave de una buena imagen es, que lo que ves impreso o en el ordenador, no lo hayas visto antes. La técnica se podría aprender fácilmente, pero eso en el fondo representa el problema, ya que no todo el que maneja la cámara puede ser llamado fotógrafo, y el producto de un disparo, ser llamado arte. Por eso, muchos consideran que existen técnicos en fotografía y fotógrafos, que son dos cosas muy diferentes.


Eugene Smith quería ver lo peor de un pueblo. Era 1950. Nadie lo llamaba Eugene, era difícil para los pobladores. Todos lo conocían como “el americano”. Buscaba retratar la pobreza, y el pueblo de Deleitosa (población de Cáceres, Extremadura), sin comprender el verdadero objetivo del retratista, le abrió sus puertas. Porque en Deleitosa, la pobreza era cotidiana. Esas fotos cambiaron la historia de muchos de ellos, también catapultó “al americano”. Caminando por las calles del pueblo, encontramos una calle con el nombre del fotógrafo, para muchos, el padre del reportaje fotográfico moderno.

A partir de 1940, Smith comenzó a publicar con regularidad sus fotos en revistas como Harper´s Bazaar, Collier´s, Time y Life. Poco a poco se convirtió en un reportero con conciencia política y social. Cubrió la contienda en el pacífico, durante la Segunda Guerra Mundial, para Life. En algún momento de esa disputa, dejó de hacer fotos a los soldados y se volcó a reflejar el sufrimiento de los civiles, aquellos inocentes que son víctimas del poder y las contiendas. Y a partir de ese momento, cambió de objetivo, se propuso captar el corazón de las personas.

Smith llegó a España con el encargo de realizar un reportaje sobre el hambre, en lo más crudo de la posguerra civil. La revista Life quería denunciar los problemas de aprovisionamiento de alimentos en la España fascista, debido al bloqueo “casi” internacional, que sufrían en aquella época. El gobierno de Franco aceptó con cautela el reportaje, primero porque se trataba de una revista americana, y segundo, porque graficaría los efectos del bloqueo internacional sufrido por los españoles. Pero Smith vislumbró otro objetivo, a medida que recorría territorio español, buscando el lugar idóneo para su reportaje.


“Voy a intentar entrar en un pueblo español, a fin de describir la pobreza y el miedo engendrado por el régimen fascista”, se guardan varias cartas enviadas a su madre, explicando el objetivo del viaje. Entró en España desde Hendaya (País Vasco francés) y recorrió casi 10.000 kilómetros en coche. Deleitosa no era un pueblo rico, tampoco el más pobre, es decir mantenía un equilibrio. En la sierra cacereña encontró un pueblo dividido por la guerra, habían enterrado ya a sus muertos y continuaban otra batalla, la de la supervivencia. Deleitosa tenía pan pero no electricidad ni agua corriente. Las calles eran de tierra. Las manos de los trabajadores, curtidas por el campo, las mujeres casi todas vestidas de negro, a causa de los duelos, niños huérfanos por todos lados, un puñado de falangistas que cada poco les recordaban a esos trabajadores que debían interesarse por algo que llamaban política y patria, y cinco guardias civiles que más que imponer el orden, alteraban la existencia de los pobladores.


Los falangistas lo siguieron a sol y sombra. La guardia civil se presentaba a diario en la pensión donde habitaba con el objetivo de encontrarle algo. Smith se cuidó de no mencionar nunca a Franco o a la Guerra Civil. Con discreción, se caracterizó por hacer muchas preguntas. Y con la ayuda de los pobladores, a sacar  muchas fotografías. 


En total, más de 2000 tomas le permitieron encarar el reportaje denominado “SpanishVillage: It lives in ancient poverty and faith" (Aldea española: vive en la pobreza ancestral y la fe). Fue publicado el 9 de abril de 1951, y fue un éxito sin precedentes en la historia de la publicación. Se vendieron más de 22 millones de ejemplares, entre el número original y las sucesivas reediciones. No sólo se limitó a las fotos, Smith se encargó de los pies de fotos y los textos, tratando de no dejar en manos de los redactores, el verdadero sentido de su trabajo, el transmitir de las emociones, por sobre el contenido político.

Smith no solo era un gran fotógrafo, era además un excelente laboratorista. Trabajaba hasta el agotamiento, hasta conseguir la copia que quería. Buscaba la partitura exacta que evocara con fidelidad la creación, lo que él había visto a través de la lente. Todos sus trabajos tuvieron un increíble impacto social. Y el de Aldea española resultó ser su trabajo más famoso.


En Deleitosa hay un bar que se llama Spanish Village. El dueño lo decoró con las diecisiete fotografías publicadas en el reportaje. Luego de la prácticamente huída "por patas" de Smith, el tema del reportaje fue tabú en el poblado. Las fuerzas vivas del pueblo, el poder civil, militar y religioso, no perdonó la inocente colaboración de sus habitantes, Deleitosa quedó para siempre inmortalizada como el símbolo más profundo y miserable de aquella España. Pero como suele ocurrir siempre con el periodismo, su trabajo superó la denuncia social y afectó la vida de muchos de sus habitantes. Una de las historias supera toda fantasía y muchos años después, una de las protagonistas, ha logrado sintetizar el alcance de la muestra:



“Y todo por una foto. Hay que ver este hombre, lo que ha hecho con esta foto… lo que ha hecho con esta foto.”



La foto a doble página (pág. 128-129) denominada “The Wake” fue una de las que mayor impacto causara. Las mujeres de la familia Larra velan por el difunto cuerpo del patriarca, el abuelo Juan. Es una foto sobrecogedora, donde abunda el negro del ambiente y de todas las familiares, que con vestidos y pañuelos negros, lloran sus restos. El blanco del cuello del difunto, algún pañuelo del mismo color que se presume en un puño apretado y una almohada que sostiene la cabeza de don Juan Larra, brindan un algo de color a una jornada de duelo. Pero detrás de la foto, surge la historia, a los pocos meses de publicado el reportaje.

Josefa Larra, la hija mayor de cuatro hermanos, comienza a recibir cartas en inglés de un americano, Charles Calusdian. Se enamoró de ella tras verla en la fotografía del reportaje. Le escribió al alcalde del pueblo pidiendo la dirección de la mujer (acompañaba la carta, el recorte con la imagen de Josefa). Se ofrecía viajar a España para interesarse en ella. Le enviaba pinturas, que en Deliciosa no se conocían. Y como todo estaba en inglés, nadie sabía darle uso. Descubrieron el esmalte para uñas, cremas para maquillaje, shampoos, colonias, de todo. El pueblo se hizo eco inmediato de la noticia, se multiplicaron los rumores y el dicho “pueblo chico, infierno grande”, tomó trascendencia. El americano le confesaba cuanto ganaba, paro garantizarle tranquilidad a Josefa. Casi trescientos cincuenta dólares diarios, y en el pueblo podrían llegar a ganar menos de la mitad, en todo un año.

Cada vez que recibían carta del americano, había cola en la puerta. Era el tema principal de la conversación del pueblo. Pero Josefa tenía novio, Saquín. Ya no podían salir a la calle, el pueblo quería saber cuándo se iba a ir a los Estados Unidos, el sueño americano era inimaginable hasta entonces en el pueblo. “¿Va a ser artista?” era la pregunta recurrente.

Josefa quería a Saquín. Pero todo el mundo quería que se fuera del pueblo, que aceptara la propuesta del nuevo americano. Pero Josefa quería a Saquín. Y la madre de Josefa, veía en esas cartas la vía de escape a una situación insostenible. El padre de Josefa había muerto a causa de la guerra civil, a los 31 años. La familia era enemiga del alcalde, por pertenecer al bando republicano. Pero Josefa quería a Saquín (sí, me doy cuenta que lo repetí varias veces) y ante la presión, se fue a trabajar a Cataluña. Nunca más recibió cartas, nunca más frecuentó a Saquín. No regresó al pueblo y nunca se casó. De su abuelo casi no recuerda nada, solo la foto que todavía conserva.

Charles se enamoró de ese rostro y escribió sin dudarlo. Le envió su foto, y otra conduciendo un Packard. En el pueblo casi no se conocían los coches, lo relacionaban con un actor de Hollywood. En un documental de Lluis Jené titulado “El americano” se puede descubrir el final de la historia. Lo pude ver en la 2 de TVE, pero en la red solo se encuentra su versión original, en catalán. Charles continúa vivo, pero perdido por los avances del Alzheimer. Su familia, porque Charles si tuvo familia, no sabe nada de la historia.

Josefa vive en Sant Feliú de Guixols con sus tres hermanos. Guarda con recelo en una caja las cartas y las fotos que le enviara el americano, y que le cambiara la vida. Josefa forma parte de la vida real; la otra, la de la fotografía, es algo imaginario. Una frase de Charlie Cordero (fotógrafo) puede acercar algo de luz: “Lo más importante no es la imagen sino el concepto y lo que esta transmita”. Un visor, un obturador, un objetivo, y una consagración personal, pueden sellar el destino de las personas.

“Para mí, la fotografía es algo más que un simple oficio, con una cámara en las manos me siento portador de una antorcha”, dijo alguna vez Smith de su trabajo. Sabía buscar matices de la realidad que para muchos pueden pasar desapercibidos. Josefa puede dar fe, y busca otra definición, “A lo mejor al venirme a Cataluña, quedé libre de todo”. La pasión por las fotos continúa en aumento, la fotografía moderna continúa con un tira y afloje sin resolver entre documento o ficción. La vida real es así, y para rematar, nuevamente la frase de Josefá: “Y todo por una foto”…



“Si tus fotografías no son buenas, es porque no te acercaste lo suficiente”.

Robert Capa.




PD: Hay más historias generadas por el documental. Invito a que sigan el link y miren el reportaje de media hora. Esta en catalán, pero es entendible y recomendable.

No hay comentarios:

Publicar un comentario