Observa con atención la
cantidad de “amigos” que afortunadamente tienes en Facebook. ¿Cuántos has dicho? ¿Cuántos llevas?
¿300?. Es un buen número, confirma que eres además de sociable, una persona entrañable, con
posibilidad de seguir incorporando amigos a tu vida. No me quiero imaginar el
desfile de invitados a tu casa el día de tu cumpleaños. Ahora hazte la siguiente
pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que mantuviste una conversación o encuentro
con 250 de esos contactos? Seguramente no ha sido en este siglo la última vez
que te cruzaste con ellos.
Si alguno de ustedes
encara en algún momento un curso de Community Manager encontrará una explicación
parcial de este notable adelanto tecnológico en nuestro desarrollo. Tendrá que
estar preparado para ver las bondades de estos avances, y enumerar las incontables
ventajas de pertenecer a este mundo. Yo lo hice, y muchas veces tuve que
contestar adecuándome al lenguaje Community para superar las diversas
actividades. Pero mi pepe grillo interior me pedía con insistencia que me
revelara a tal definición, que mostrara la parte oscura o negativa de este
progreso. Sobre todo cuando nos explicamos entre todos los participantes que
ahora, gracias al 2.0, el poder es de todos, ahora podemos interactuar de tú a
tú entre productores y consumidores. Muchas veces me pregunto si es verdad que ahora
somos iguales, ¿Por qué la banca nos sigue perjudicando a diario?, ¿Por qué se
nos resulta estéril obligar a que renuncie un político corrupto?, ¿Por qué esos
mismos dirigentes se muestran como si vivieran en un paraíso y bajaran a diario
a nuestra tierra para seguir ajustándonos hacia abajo las escasas posibilidades
que nos rodean?. Y qué decir de los gobernantes que no contestan preguntas, que
interactúan virtualmente a través de las redes sociales o la vieja y querida
cadena nacional, amparándose en querer evitar la manipulación mediática local,
el abominable manejo de la oposición o el imperialismo mundial.
Es verdad que lo primero
que uno hace al llegar a su trabajo ya no es saludar a sus compañeros. Primero
prendemos el ordenador y luego el resto. En nuestra casa el procedimiento
parece similar. Nos despertamos y antes de ir al baño, somos capaces de ir prendiendo
la compu para tenerla lista al sinfín de novedades que nos aguarda. O lo que es
aún peor, en el mismo baño nos concentramos más en las funciones del móvil que
en la calidad de nuestras deposiciones. Es indudable que a partir del
desarrollo de internet hemos cambiado los hábitos. Pero también es llamativa la
dependencia que tenemos de toda esta tecnología. ¿Qué sucedía en nuestras vidas
hace dos décadas cuando sobrevenía un corte súbito del suministro eléctrico?
Nos aguantábamos. Ahora sencillamente nos desesperamos. No podemos sobrevivir
sin actualizar nuestro perfil o si se cae el servidor de nuestro proveedor telefónico,
es ir contra nuestros “derechos” no poder acceder al wassap.
¿Cómo hacía mi tía Chiche
cuándo alguien le preguntaba por alguna receta de cocina? ¿Dónde googleaba en
los setenta?. ¿Cómo hacia para darnos una respuesta relativamente rápida? ¿Es
que hacía trampa acaso? A mi hoy en día los gnocchis me salen húmedos, sin
consistencia, con buen sabor pero con riesgo de que se deformen en el agua
hirviendo. Me doy cuenta de la carencia en el momento de ligar los
ingredientes. En Google me recomendaron que utilizara la patata de cocción por
sobre la de freír. Que mezclara todo con la patata caliente. Que mantuviera lo
más presente el almidón en la cocción. Que no me pasara del porcentaje de
harina, que los frizara hasta la hora de ponerlos en el agua hirviendo y otras
diversas sugerencias. Pero en el link de abajo me recomendaron otro tipo de
patata, otra manera de mezclarla con el huevo y la harina, que no los frizara,
que el agua no esté tan hirviendo y que tuviera en cuenta la humedad de la
cocina a la hora de la preparación. Y hay un tercer link al que le temo, es que
seguramente me ofrecerá otra versión. Repito, ¿cómo sabía la tía Chiche la
manera exacta para clavar un gnocchi perfecto? Y otro interrogante ¿Mi tía o mi
vieja eran infelices por no poder acceder a recetas tipo sushi, cuscús, mezze ó
knedlíky? ¿Porque ambas disimulaban la frustración y nos regalaban una sonrisa
de satisfacción ante cada plato preparado? ¿Y por qué nosotros que tenemos el móvil
a mano para repasar la receta no estamos nunca satisfechos a la hora de
sentarnos a la mesa? ¿Y por qué a la hora de presentar esta entrada del blog me
recomiendan que haga enlaces en las palabras de arriba mezze o knedlíky? ¿Acaso
no pueden buscar cada uno su significado si tienen curiosidad?
Es llamativo el ritmo de
crecimiento y niveles de ganancia que ostentan los nuevos productos y las
empresas que desarrollan este salto tecnológico. Pero no es nuevo, sucedió
siempre a lo largo de la historia de los últimos dos siglos. El boom trae también
desajustes en la asimilación de esos adelantos. Y antes de un periodo de
bonanza o prosperidad, debemos enfrentarnos con depresiones, recesiones o
crecimiento desigual. Si bien las otras revoluciones precisaban concentración masiva
en grandes ciudades, mano de obra constante y desigualdad evidente en la misma
zona geográfica, todo esto parece repetirse salvo en un ingrediente, la mano de
obra, que ahora se suplanta por tecnología. Y para asustarnos un poco más, la
mano de obra venimos a ser nosotros, los que no tenemos la fortuna de ser los
que desarrollamos las nuevas tecnologías.
Como animales sociales que
parecemos ser, necesitamos relacionarnos. El ciber parece ser el lugar de
encuentro. No hay fronteras nos dicen, hoy podemos forjar amistad con los cinco
continentes y en breve con varias galaxias. Podemos generar relaciones a
distancia, ligar con hombres o mujeres, entrar en casas de otros países, chatear
con otras culturas. Suena perfecto, hemos logrado la integración con todas las
culturas, se acabaron las diferencias entre las razas. Pero me sigo haciendo preguntas:
¿Por qué ante una crisis de motivo económico o de confort el principal
sospechoso de quebrantar nuestra tranquilidad es el de afuera? , ¿Por qué les
tenemos miedo a esas costumbres tan distintas, a otras religiones?, ¿Por qué
seguimos funcionando como ghetto o clan si resulta tan fácil el integrarse al
mundo?.
Esta entrada no es una crítica
a las nuevas tecnologías. Utilizo el skype para ver a mis familiares o amigos,
con un mensaje de texto me puedo enterar al instante de alguna necesidad o
muestra de cariño de mis seres queridos de otros continentes; accedo a un sinfín
de información a la hora que se me despierte la necesidad o curiosidad; reservo mis estadías en países desconocidos a
través de un par de links contrastados y que me trasmiten seguridad y
tranquilidad; compro por internet y espero la llegada casi cronometrada del
envío; si a la hora de escribir estas entradas, tengo una duda ortográfica, la
resuelvo con el diccionario virtual de la RAE. Y finalmente, este ejercicio de
tener mi blog no sería posible sin este boom tecnológico. Pero no me cierra el
uso que hacemos de la tecnología y tengo un cruel presentimiento, nos hemos ido
vaciando a medida que recibimos estos adelantos. Y alguien se lucra de nuestro
vaciamiento. Y no le podemos echar las culpas, son sólo nuestras. ¿Alguien ha
leído “Un mundo feliz” de Aldoux Huxley? Ya escribiré una entrada sobre el
autor. Sólo agregaré que esta novela la escribió en 1931 y confirma su
actualidad ante nuestro proceder como sociedad.
¿Cuándo disfrutaron la última
comida familiar sin el ruido de un wassap arribado o de un mensajito de texto?;
¿Cuándo comenzaron a notar que la gente se comunica mejor por una red social
que en un cara a cara?; ¿Se han ruborizado al comprobar que a un gran amigo solo
le hemos enviado un mensaje de texto demasiado breve el día de su cumpleaños?;
¿Cuándo se dieron cuenta que actualizan el facebook varias veces al día?; ¿Cuántos
de nosotros extrañamos el tocadiscos mientras nos aburrimos de saltear temas de
diversos cd´s?. Estas preguntas, ¿vendrán a reemplazar la primera línea del
soliloquio del Príncipe Hamlet en cuanto al ser o no ser? Entonces, vamos a
peor.
La Revolución Industrial
se basó en un salto tecnológico en la industria del algodón y en la difusión de
esos principios de mecanización aplicables a otras industrias. El período
Victoriano se nutrió de las posibilidades de ampliación de mercados abiertos
por las redes ferroviarias y las máquinas de vapor. La Belle Epoque potenció el
poder estructural del acero y las oportunidades del uso de la electricidad y de
la química moderna. La teoría económica del Keynesianismo de la post guerra
liderado por los Estados Unidos, resultó de los infinitos campos de producción en
masa llegando a todos los sectores productivos. Esta revolución informática
moldeará un sinfín de oportunidades a la espera de un período de prosperidad
para aprovecharlas.
Las primeras décadas de
estos cambios conllevan a un enorme sufrimiento humano, liderado por el crecimiento
del desempleo, por ejemplo. Eso nos lleva a periodos de turbulencia y
crecimiento desigual. Si se logra el re acoplamiento, tendremos un periodo de
prosperidad. Y esa prosperidad nos volverá a distraer, nos volverá a silenciar.
Nos volverá a maniatar. Nos permitirá retomar ese aislamiento mental que hemos
adoptado. ¿Nos permitirá también revelarnos?
Mi padre se iba al trabajo
pasadas las ocho y media de la mañana. Regresaba a veces a la medianoche, sobre
todo cuando estudiaba Ciencias Políticas en la universidad. Mi vieja aguardaba
su regreso sin agobios, sin preocupaciones. Sin un contacto telefónico durante
toda la jornada, mi vieja sospechaba su regreso inminente en base a una
consulta al reloj. Si se demoraba, seguramente habría perdido el tren, el autobús
anterior o se habría quedado de charla. Pero mi viejo regresaba a casa. Hoy
estamos llegando a nuestros hogares e hicimos común el gesto de anunciar
con el móvil nuestro arribo y si en el camino nos detiene algún ser cercano o contratiempo
desconocido, es recomendable actualizarlo en Facebook para que nuestros seres
más cercanos estén informados y la legión de 300 amigos puedan vivir casi en
directo, el horrible contratiempo que demoró nuestra llegada a casa. El
desempleo es un fenómeno que asusta de este nuevo boom mundial. Pero a mí me
asusta otra cosa y no sé bien que es. Voy a ver si después de colgar esta
entrada, me meto en google en busca de pistas sugerentes.
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