La
música te hace compañía. Uno pasa por diversos estados en su vida y la música
se amolda a uno. O uno se amolda a ella (ella puede ser tanto la música como la
vida), o se comple-mentan. Los acordes están allí para divertirte, llenarte el
alma, recordar, vibrar, cuando eras muy joven gritar en vez de cantar, cuando
creces un poco, escuchar, tararear y compartir, y en esta última etapa, la de
vivir afuera, para acercarte a lo que era tan habitual.
Mercedes
Sosa me trae buenos recuerdos. Cuando era pequeño, los sábados y domingos, me
ajustaba a la salomónica decisión de mi vieja de escuchar música a partir de
las ocho de la mañana y dejar libre el equipo de música a eso de las once, cuando
mi viejo regresaba de hacer las compras en la carnicería y de tomar unos mates
y leer La Nación en la casa de mis tías. A partir de ese momento, la elección
musical era solo de mi padre. Creo que mi vieja tendría afinidad con los gustos
de papá, aunque me da la sensación de que, como en casi todo, mi vieja siempre
resignó protagonismo en pos de sus dos amores.
Queen,
Kiss, Rod Stewart, Barbra Streisand, ABBA, Bee Gees ó Lennon durante la escuela
primaria, y Soda Stereo, The Police, Los Abuelos de la nada, Virus, U2, The
Rolling Stones, Dire Straits y tantos más a lo largo de la secundaria eran los
teloneros de los gustos preferidos de mi viejo, que no varió mucho a lo largo
de los años. Alberto Córtez, Susana Rinaldi, Joan Manuel Serrat, Edith Piaf
(creo que era elección de mi vieja), Luciano Pavarotti, luego los tres tenores
y Mercedes Sosa siempre ocupaban la hora anterior al almuerzo, mientras mi
viejo esta vez leía Clarín y hacía las palabras cruzadas comiendo un sándwich
de salamín y un vasito de vino como aperitivo.
Yo
aprovechaba y me iba a la plaza a jugar, pero los días de lluvia me quedaba en
casa y sin protestar sentía la música de fondo. Debo reconocer que no simpatizaba
con sus gustos, me parecía un desperdicio con lo buena que eran mis elecciones
y creía que no la escuchaba, pero con el tiempo alguno de esos autores se convirtieron
en mis ritmos de compañía.
También
tengo que recordar que mi viejo consideraba como blasfemo al rock, no veía
ninguna virtud entre tantos gritos y guitarras y la mayoría de las veces
resoplaba como dándome a entender que su paciencia no era infinita. Al llegar
las once, me solía decir “ahora vas a saber lo que es la música” y el dj
cambiaba de platos.
Uno
de los grupos que mi padre combatió fue Queen y creo que aceptaba como una
rareza (también lo fue para mí) que yo escuchara a Barbra Streisand. La primera
vez que escucho “Una noche en la Opera” se escandalizó y al llegar el turno de “Rapsodia
Bohemia” fue el acabose. La mezcla de
estilos y caracteres que para los jóvenes constituía toda una grata novedad,
para mi viejo era una falta de respeto. Yo debía imponer mi gusto por Queen a
pesar de sus comentarios y así deleitarme con esos 5:55 minutos donde alterna la balada, las partes a capella,
la opera, el rock duro y el coda al final. Y menos mal que no dominábamos el
inglés porque si nos enterábamos que la canción refería a un hombre que mataba
a otro (se lo confesaba a su madre) y vendía el alma al diablo para
luego intentar recuperarla con la ayuda de Dios y los ángeles me hubiera
costado la exoneración del hogar familiar a corta edad. Con el paso del tiempo,
mi viejo se atribuyó el ingreso de Queen y Barbra Streisand a casa, y lo dijo
muy suelto de cuerpo. Queen ya no era una falta de respeto y luego de grabar
Barcelona con Montserrat Caballé, era un grupo que hacía obras de arte.
Y
a mí me quedó el gusto por Joan Manuel Serrat y la negra Sosa, pero siempre cite la fuente paterna a la hora de explicar como llegué a ellos. Empezaron a sonar fuera del horario de mi viejo y con el paso de
los años, ya no teníamos horarios para alternar, la música era toda mía pero se
mezclaban los gustos y sumábamos alguno más compartido, como el caso del
republicano Joaquín Sabina.
Desde
que vivo en el País Vasco, la música la comparto con Fer. Debo confesar que
ella se ha amoldado a mis cuarenta discos de The Rolling Stones y a los otros
mil que tengo en el ordenador, donde lo eterno y todo nuevo grupo que descubro
descansan en una enorme carpeta que es mi orgullo. Como contraprestación yo
incorporé a Drexler, a Caetano Veloso, a León Gieco, a Baglietto y la primera
adquisición compartida aunque algo fuerte para mí, la digerí con hidalguía:
Ketama!!.
Cuando
salimos de viaje, suelo preparar algunos cd’s para que nos amenicen los largos
desplazamientos a los que obligo a Fer (sólo conduce ella). Uno de esos
recopilatorios es de Mercedes Sosa. Y elegí Cantora como corolario de una
carrera enorme de la tucumana. En las distintas carreteras vibró con “Aquellas
pequeñas cosas” junto a Serrat; se me hace un nudo cuando cantó “Himno de mi
corazón” con León Gieco; me invade la nostalgia al escuchar a Cerati en “Zona
de promesas”; me emociona el susurro ya ausente del flaco Spinetta en “Barro
tal vez”; me enciendo con “Violetas para Violeta” al escuchar la correosa voz
de Sabina y descubrí con entusiasmo un tema que quiero compartir: “Jamás te olvidaré” de Marcela Morelo.
En
el ordenador me guardé la letra de esta canción y sin conocer a Morelo, me
enamoró lo bien que se complementan su voz con la de Mercedes Sosa. La letra
fue secundaria la primera vez, me encandiló ambas voces. Y me decidí a dedicarle nuevamente una entrada del blog a
la música, bendita compañera de casi todos los mortales. Y para saber más de la
canción fui a Google y pinché. Pero no encontré más que la letra que ya la
tenía y varios links donde descargar el tema... Me pareció raro porque me había
acostumbrado a encontrar todo lo que buscara en la 2.0.
Como
escasa referencia, en un reportaje Marcela Morelo confía al periodista que lo
que le impactó a Mercedes Sosa de la letra era que se sentía identificada con
parte del estribillo: “Por que lloré, por que viajé con mi soledad”…
recordándole su viaje en soledad cuando se tuvo que ir del país, en tiempos de
la dictadura militar. Y que el tema iba de eso, de lo mucho que se extraña
cuando se está lejos de su hogar.
Será
por eso que me gustó tanto el tema? Podría ser en parte. Creo que es un tema de
amor y que Mercedes Sosa se aferró a una frase para hacerlo cercano, para
hacerlo suyo. Y a mí me entusiasma escuchar el tema, se lo anuncio a Fer cada
vez que va a empezar en alguna carretera nacional o de otro país (es el corte
ocho en mi recopilación), subo el volumen y me dan ganas de volver a gritar como
cuando no sabía cantar (si es que hoy lo sé) y lo comparto con ella, quien sabe
que es inolvidable en mi vida de hoy y de siempre. Y aprovecho esta entrada para
recordar el living de la casa de Monroe y vuelvo a ver a mi viejo con el pelo
negro (ahora tan canoso) levantándose con el diario repleto de migas del sándwich
que devoró en tres bocados, tan torpe como siempre e intentando no dejar trocitos
en su camino, para que de todos modos llegué el reto de mi madre mientras barre
el paso de mi padre. Y me encanta ese recuerdo, porque salí igual de torpe que
él, espero haber heredado esa nobleza, mantengo algunos horarios estructurados,
me siguen gustando las canciones de amor (aunque no me anime a
peinados nuevos) y yo ahora me muerdo los labios antes de decirle al hijo de una
amiga lo horrendo que me parece Justin Bieber mientras lo escuchamos sentados
en algún sillón.
MERCEDES SOSA / MARCELA MORELO
Lejos de la casa,
que me da el abrigo;
extraño tu nombre,
te extraño, amor mío.
La luna que viaja,
por el manso río;
trae tu mirada,
me llena de alivio.
Porque allí,
lo besé;
y creció mi ilusión.
Solo tú,
solo yo;
un mismo amor.
Porque reí,
porque lloré;
porque viajé con mi soledad.
Tengo presente que,
jamás te olvidaré.
Entre los rincones,
Que anida mi alma;
Hay un espejismo
lleno de esperanza.
Cuando al fin,
te bese,
y creció mi ilusión.
Solo tú,
solo yo;
un mismo amor.
Porque reí,
porque lloré;
porque viajé con mi soledad.
Tengo presente que,
jamás te olvidaré.
Un día al fin,
volveré,
con mi vida y mi ilusión.
Solo tú,
solo yo;
un mismo amor.
Porque reí,
porque lloré;
porque viajé con mi soledad.
Tengo presente que,
jamás te olvidaré.
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