“Debemos ser libres no porque reclamamos la libertad, sino porque la
practicamos”.
William Faulkner
La filosofía intenta establecer la
verdad ante determinadas respuestas hacia las que orientamos la vida. Aspira al
conocimiento pero en tantas ocasiones, no ha logrado proporcionar respuestas
concretas ante tanto interrogante. La realidad tiene demasiados puntos de
vista, y a veces no somos capaces de cambiar el nuestro en beneficio de una nueva
acepción. El cambio apunta al crecimiento pero nos obstinamos en no crecer.
Pensemos cuantas veces hemos discutido por conceptos que ambicionamos todos. Y
no nos hemos puesto de acuerdo. Una de las palabras más utilizadas en cualquier
terreno es libertad. Dudo que sepamos lo que en verdad represente.
Este tipo de palabras tiene la particularidad
de no simbolizar lo mismo para las personas. Y las palabras, según José
Saramago, no son ni inocentes ni impunes, por eso hay que tener demasiado cuidado
con ellas, porque si no las respetamos, no nos respetamos a nosotros mismos. Al
ser un sustantivo, la palabra libertad no tiene un significado único y determinado.
Puede ser un término real o ficticio. Tal vez, lo más lógico sea precisar que
para el uso de dicha palabra, se necesita medir el tamaño de la angustia de
quien la pregona. Y tal vez, así podamos entender porque dos bandos antagónicos
luchen en pos del mismo vocablo, lo que le convierten en un sustantivo abstracto.
Coincidimos que se trata de una
palabra llena de prestigio y reivindicación. También puede representar una
negación, una carencia, una falta. La angustia por su necesidad nos conduce
hacia el miedo o desdicha. Matamos por la falta de libertad y con libertad,
somos capaces de matar también. Es una palabra símbolo de cualquier época, pero
retornando a Saramago, “las palabras no son una cosa inerte, de las que se
pueda disponer como a uno le venga en gana”. Esto genera que el concepto
libertad tantas veces parezca un tópico o un argumento justificativo, tanto para
lo noble como para lo ruin. Si le damos un concepto equivocado, se acaba equivocando
los conceptos.
La discusión filosófica contempla la
libertad negativa -libertad de- y positiva – libertad para- , como así también establece
la libertad de los modernos y de los antiguos. También debemos contemplar la
libertad como algo interior a la persona –voluntad- o considerar como algo
exterior -acción-. Los últimos siglos se caracterizan por un declive crescendo
de valores por lo que parece que predomina el sentimiento de angustia por la
libertad. Tantas veces camino por calles y en compañía de personas que me dicen
que no gozan de libertad -política fundamentalmente-, anhelando una reparación
y perjuro que nunca he conocido sensaciones más plenas de libertad. La angustia
presagia una perdida de valores y del concepto de responsabilidad. Dicha responsabilidad
debería ser continua a lo largo del tiempo, pero hoy se vive reclamando
derechos y descartando obligaciones. Por lo que se regresa obligado a Saramago,
quien pregonaba que tantas veces se necesitaba que las palabras no salgan de la
boca sin antes pasar por la mente. Pero la mente es personal y parece que esta
dominada por las historias, nostalgias y tópicos. Y la representación mental
que tenemos de la realidad no es la verdadera realidad.
El mapa mental no es más que un
sistema de creencias. Solamente escuchar otro punto de vista nos puede enriquecer.
Nos aferramos a nuestros mapas y eso no permite unificar conceptos. No debemos
meternos nunca con las creencias y con el dinero del otro. Solo podemos aspirar
que la persona logre modificar en parte, al menos, su mapa mental. El sentido
de la libertad solo se abre paso ante los procesos históricos, culturales y sociales
y dicho avatar genera diversas libertades: políticas, religiosas, económicas, sociales,
espirituales y transparencia o de redes de seguridad. Entre todos estos fenómenos
se abren distintas definiciones o sentimientos de libertad, por lo que la podemos
encasillar como ilusión o como condena.
La responsabilidad conlleva limites
por lo que se supone, que de funcionar los limites no existiría un concepto pleno
de libertad. Si contamos con la subjetividad como atributo, el concepto de
libertad se difumina un poco más lo que determina que el de libertad es un
concepto bastante volátil. Tal vez un concepto pleno no sea posible, completo
ni absoluto. Por eso Friedrich Nietzsche creyó que la libertad es algo que tiene
o no se tiene a la vez, que se desea y se conquista. Y parece que se pierde contantemente.
Si creemos que tenemos la plena disponibilidad de decidir y actuar libremente,
tal vez no nos detengamos a observar que puede no ser verdad, más aún si nos
aferramos a lo que la sociedad, cultura, religión, política o núcleo familiar
espera de nosotros.
Desde siempre nos ha acompañado el
concepto. Libre mercado, libre de impuestos, libertad de expresión, libertad de
reunión, medios libres, libre albedrio, libertad de movimientos, libertad de decisión,
libertad de pensamiento. Estamos atrapados por conceptos, al igual que cuando
nos referimos a sus faltas. No podemos soportar la libertad total o su falta.
Nos manipulan y nos manipulamos en la búsqueda de la libertad. A veces creo que
el único sentimiento genuino de libertad dura los segundos que dura el orgasmo.
Es como un salto al vacío. Desarrollamos un cerebro que no hemos elegido, nos
ha sido otorgado y tantas veces, condiciones genéticas o de desarrollo determinan
el crecimiento de nuestro cerebro. ¿Somos libres? ¿Qué significa libertad? ¿Por
qué la mencionamos permanentemente a lo largo de la vida? Si llegamos a aceptar
que todo acto es arbitrario tal vez, al menos, podamos tolerar que lo que vivimos es
una permanente libertad… condicionada…
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