“El amor es intensidad y por esto es una distensión
del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos”.
Octavio Paz
Se puede definir como un sentimiento
humano vinculado con el afecto y el apego. También se le asocia a dos elementos
indisolubles: la pasión y la fuerza de acción. Es difícil definirlo con
palabras, pero puede ser considerado el vinculo esencial y fundamental de la
unidad universal. Si bien todos somos capaces de sentirlo, resulta imposible unificar
un criterio para definirlo con rotundidad. Si apelamos al diccionario nos
encontraremos con catorce acepciones que le contemplan. Puedo definirlo como la
experiencia compleja donde prima una pulsión por estar cerca, entrar en
contacto, anhelar un proyecto en común, desear y hasta adorar a otra persona u
objeto -sí, también debemos incluir los objetos en este sentimiento- que invita
a traspasar los limites de nuestra individualidad. El amor es difícil de
precisar, pero está presente a lo largo de la humanidad, y algunos lo han
convertido en una industria de masividad.
En literatura se puede clasificar el
concepto amor en diversos tipos, aun remarcando que el encasillado puede ser
difuso porque una obra narrativa no puede pertenecer a un solo tipo de amor.
Pero podemos sugerir la existencia de un amor sensual, trágico, imposible,
reciproco, tirano, idealizado y cortés. Más aún, debemos dejar de lado las
visiones que se tiene del amor en las diversas culturas o religiones en los
diversos hemisferios de nuestro planeta. La tendencia de la civilización actual
lo define como una necesidad más por satisfacer lo que le acerca peligrosamente
a considerarlo como una mercancía más que se procura y se consume a escala, de
ahí que me ponga a filosofar o divagar sobre el amor en las inmediaciones de
San Valentín.
Tenemos el día de los enamorados que
mueve una verdadera industria. Nos vemos obligados a clamar por la fidelidad y
vigencia de un sentimiento a través de regalos, mensajes en las redes sociales,
detalles, pasacalles, canciones, videos, películas, cenas, viajes y toda la
posible presión que determina nuevos estereotipos que obligan a contemplar
parámetros que escapan de la discreción del sentimiento para deformarlo en una
mercancía más que buscará la aceptación social o un estatus de aprobación en la
escala de los sentimientos infinitos y eternos.
Infinidad de disciplinas pueden
conceptualizarlo. Desde la filosofía, sociología, neurología, psicología,
ciencia, arte sostienen un criterio propio a este sentimiento o emoción humana.
En cuanto a la literatura se puede precisar que el amor literario puede ser
precisado por el sentimiento que un personaje despierta en el lector. El amor
es uno de los sentimientos más abordados por los escritores en cualquier época.
Cientos de poemas, novelas, obras de teatro o cuentos donde el amor es el
protagonista de historias que nos han y siguen atrapando. Lo asociamos con el
paso del tiempo, la memoria, el olvido, la muerte o el desamor. Tal vez sea un
tema inagotable porque nadie sabe bien como es, resulta imposible realizar una
descripción exacta. Si tenemos en cuenta que la necesidad de narrativa se
fundamenta en intentar alcanzar una concepción coherente del mundo y sus
necesidades, podemos entender que, en el tema del amor, todo sigue aun sin
determinarse. Es una tarea eternamente inacabada.
A lo largo de la historia se puede
encarar infinidad de listas donde el amor se presenta: desde La Ilíada y La
Odisea, La Celestina, Don Quijote de la Mancha, Cumbres borrascosas, Romeo y
Julieta, Tristán e Isolda, Rimas, El amor en los tiempos de cólera o Veinte
poemas de amor y una canción desesperada pueden ser parte interminable en
listar la secuencia del amor y sus pasiones en la interminable fuente de
inspiración presente desde el inicio de los mismos tiempos. La evolución de las
formas de amor a través del tiempo obliga a mencionar como historia
contemporánea a la trilogía de E. L. James de Cincuenta sombras de Grey, para
algunos sin estándar literario y para muchos, una forma de amor retorcida,
fruto de estos tiempos. Su mención no la destaca literariamente, sino que se
manifiesta para aportar confusión a este tema, el amor es indefinido y para
unos es pasión, para otros es ternura, para muchos es confusión y para otros, un
asunto de vida, dominación y muerte. A lo largo del tiempo se ama de manera
distinta.
Lo dicho, en el afán por encontrar la
única respuesta a esa sensación tan personal, se choca uno con las mil caras. El
merchandising nos hace creer que el amor solo se refiere a una pareja o amante,
olvidándose exprofeso del sentimiento hacia las personas, familiares, amigos,
compañeros o semejantes. En este mes de febrero donde lamentablemente, nos
hacemos participes de una tradición que hasta hace bien poco no era nuestra, hacemos
listas, referencias o menciones hacia al amor físico, pasional o espiritual que
una pareja de amantes pueda o no consumar, pero nosotros debamos consumir. Si
me debo unir a un listado, durante tiempo consideré que la obra de Gabriel
García Márquez llamada El amor en los tiempos de cólera podía definir mi
concepto en espera de esa llama de amor que no se llega a consumar. Era
tradición en mi regalar ese libro a mis seres queridos. Hoy ya no, pero si me
preguntan una historia de amor será esta y también la del hidalgo don Quijote
las que me muevan al placido recuerdo de ese platonismo donde me consumí en una
etapa de mi vida.
“Seda”, de Alessandro Baricco, “La
casa de las bellas durmientes” de Kawabata, “El amante” de Margarite Duras,
“Romeo y Julieta” de William Shakespeare, “Ocho noches blancas” de André
Aciman, “Rayuela” de Cortázar pueden ser otras de las novelas que me vienen a
la mente -además de las mencionadas a lo largo de esta entrada- para simbolizar
la presencia del amor en nuestra literatura. Parece que el amor no sucumbe,
cambia de piel o de concepto según las nuevas generaciones y degeneraciones,
pero sigue formando parte de nuestra esencia, donde además de la procreación
sostiene un afán indispensable para nuestra supervivencia, contemplado en la
necesidad de la contemplación, satisfacción, adoración o disfrute no solo de
sus parejas o líos, sino también de sus semejantes y, por ende, de la vida
misma…
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