“Los límites de mi
lenguaje significan los límites de mi mundo.”
Ludwig Wittgenstein.
No solo es una
estructura formada por componentes fonéticos, semánticos, morfológicos o de
código. También es un tipo de práctica y discurso para lo cual se debe tener en
cuenta el contexto y la situación enunciativa. La realidad no existe por sí
misma sino que es resultado de la imagen que genere el lenguaje y los que nos
pueda dar de ella. Es realidad solo si el lenguaje nos puede ofrecer una
definición o descripción que la describa. Es esencial para la comunicación pero
en estos tiempos se desestima la capacidad del vocabulario.
Es llamativo que si
hablas de carencias en los niños o jóvenes de estos tiempos con personas que
son padres, ellos se empecinan en negar estas falencias comunicativas alabando otras virtudes
de sus hijos. Ya no se trata de utilizar mucho vocabulario como de usar bien el que se emplea. Esa necedad en aumento me hace dudar si soy yo el que exijo que
nada cambie o son ellos los que han generado el bajón en la calidad
interpretativa o educativa de sus retoños. Todo padre moderno suele ver la triste
realidad en los hijos de otros, ellos siempre son la excepción, tanto los
padres en la educación o sus descendientes en la implementación de una buena
formación. Te lo discuten en frases cortas que denotan que la expresión no es
su fuerte o que la cantidad de palabras disponibles para defender una idea
nunca sobrepasará la centena. Así que me callo, no discuto ni filosofo y me
muerdo la lengua para no exponer más tanta desnudez.
El lenguaje no puede
ser algo individual, sí o sí es una herramienta del colectivo. Deben ser
indisociables y complementarios. El lenguaje transmite ideas, experiencias y
pensamientos. Es el instrumento esencial para transmitir todas esas
sensaciones. La lengua se almacena a través de las civilizaciones y reside en
la masa de los hablantes a través de las diversas imágenes e interpretaciones
verbales almacenadas en los diversos individuos que conforman la comunidad
mundial de hablantes. Era de suponer que el compartir sentimientos o palabras
hacían esencial la convivencia humana y nos distinguían de los animales. El
lenguaje permite participar de la vida de los otros haciéndolos participes de
la nuestra. La duda surge de inmediato, ¿Por qué entonces hay tanta
incomunicación en nuestras sociedades?
Somos conscientes de
la existencia de ciertas palabras de carácter subjetivo. Todos suponemos el
significado de la palabra amor pero la duda es si todos llamamos lo mismo
cuando la utilizamos. Solemos ser conscientes de la existencia de este termino
por un acuerdo tácito a lo largo de las generaciones que nos permite llegar a
un convenio que se trata de un vocablo que se puede asociar a la palabra amor.
Lo mismo podemos decir sobre el dolor, se trata de un acuerdo social que en
realidad nunca termina de precisar el alcance de ese pesar. Lo que a mi apenas
me molesta, para otro es un dolor sordo que cercena. Lo mismo se puede aplicar
a la palabra amor y a tantas otras que rodean la naturalidad de los seres
vivos. Será que los seres humanos aplicamos la misma palabra para referirnos a
sensaciones similares, que si no llegan a ser iguales, se pueden considerar
parecidas. ¿Será lo mismo con la palabra confrontación, tolerancia,
sometimiento o discenso?
Michel Foucault
cuestionó el quiebre entre las palabras y las cosas como brecha que posibilita
que se configure históricamente de diversas maneras. Solo existe lo nombrado,
el saber no es independiente y se edifica a través de prácticas discursivas
generando una voluntad de verdad. Las palabras conceptualizan el mundo pero si
analizamos grupalmente una novela por todos leída, nos podemos encontrar que no
todos han experimentado la misma emoción o sentido ante el desarrollo de una
trama. Se han inventado los finales abiertos seguramente porque alguien se
detuvo a contemplar que las mismas palabras no significa que se hable de las
mismas cosas. El lenguaje es un supuesto.
De ahí que la
comunicación pueda hacerse común en niveles no idénticos. Y lo que hoy podemos
vislumbrar es que se repiten contenidos sin nada de elaboración propia, lo que
no permite una significación plena porque simplemente se trata de una
repetición. De ahí que aquellos padres antes referidos les transmitan mensajes
obtusos a sus hijos que solo generan repetición pero al observarles no hay
transformación ni correlación con la realidad. Se necesita una auto apropiación
y la retroalimentación. La verdad no se aloja en el consenso o silencio sino en
la objetividad. De ahí surge el otro gran problema de este tiempo, los medios
de comunicación y su interferencia o manipulación, que siempre existió pero
ahora supone el gran inconveniente ante tanta información. El problema es en
realidad la falta de objetividad. Siempre les pregunto a los que me dicen que
nos manipulan, como hacen ellos para no estar manipulados, nunca hay respuesta
adulta.
Antes dije que el
lenguaje es una construcción o acuerdo entre generaciones. Es ahí donde se
cuestiona si el lenguaje es el inclusivo o si es el culpable de las diversas
postergaciones de ciertos colectivos sociales. No arreglo nada diciendo chiques
o chic@s si es un problema del comportamiento mental de las personas que no
toleran ni aceptan que no es el lenguaje el que excluye sino que es aquella
falta de objetividad la que no permite suponer lo tan claro, nuestra madre y
padre nos educan en la objetividad y eso no le hará sentirse discriminada a mi
madre si me refiero a ellos como mis padres. Entiendo el debate, el lenguaje es
una construcción inicial de hombres pero no es solo de hombres su correcta
interpretación. He compartido trabajos con muchas mujeres -quienes nos
superaban en cantidad a los hombres- y no me sentí excluido porque la manera de
comunicar fuera femenina. Se trata de comunicar una significación. No puedo
censurar a Quevedo, Unamuno o Baroja sino preguntar en que cultura se mueven
aquellos que mal interpretan las significaciones que van más allá de un
lenguaje.
Los griegos
supusieron -erróneamente- que quien dominara el lenguaje dominaría el mundo. Esto
generó la existencia de los demagogos y de aquellos que les creen y se convierten
en aliados involuntarios que diseminan los mensajes. Muchos consideran que la
palabra se contaminó al entrar en contacto con la política o con el marketing.
Es parte del espanto en el uso actual del lenguaje pero no la única
explicación. El problema puede radicar en la poca capacidad de razonar o de
pensar lo que se quiere comunicar lo que no lo convierte en una dificultad
lingüística sino en mental. El otro espantoso problema radica en que hablar es
gratis y que últimamente la gente se vanagloria de no saber casi nada de todas
las cosas…
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