"Lo que tenemos son sistemas políticos obsoletos que no saben cómo
actuar en la sociedad de la información, una sociedad que sufre un creciente
malestar y altos niveles de imprevisibilidad".
Alvin Toffler (1928-2016) – Doctorado en Letras, Leyes y Ciencias.
La tecnología y su planificación necesitan
de una fuerza de desarrollo y trabajo más y más especializada para el continuo crescendo
modelaje del mundo. Nuestras vidas están dominadas cada vez más por las
comodidades, ventajas que la ciencia y la tecnología le están generando a las sociedades.
Es como un huracán imparable que no detiene su marcha ascendente, que nos
impide a la mayoría bajarnos de ese vendaval, porque se supone que se corre el
enorme riesgo de quedar definitivamente relegados del sistema. Pero la
sensación concreta es que desconocemos absolutamente el devenir tecnológico del
momento, pocas voces advierten que la excesiva demanda tecnológica lo que está
logrando, en verdad, es solucionar falsos problemas.
Siempre regreso a la filosofía,
tratando tal vez de demostrar su excesiva importancia a la hora de demostrar
que no existe proceso racional que no presente un contenido filosófico. No
existe disciplina que no presente problemas del conocimiento, del ser, del
deber, del deber ser, en la metodología o lógica de las diversas implicancias
de nuestras vidas sociales del desarrollo. Con esta lógica del huracán
tecnológico, la cultura es el brazo que nos permite observar la tromba,
aferrados al árbol de la cultura, que milagrosamente aguanta debilitado, pero
aún a pie firme en la tierra.
La tecnología habilita nuevas formas
de expresión, pero existe la precisión de que, en verdad, no hay muchas cosas
nuevas por decir. Entonces: ¿navegamos casi todo el día en busca de saciar el
deseo en aumento de información o por la necesidad de suavizar el aburrimiento
o ansiedad? La pregunta no obtiene una única respuesta, pero es obligado
detenerse a contemplar al otro -por el hecho que es más fácil que observarse a
uno mismo- para ver que la tecnología no aplaca nuestras urgencias, ansiedades
o apatías. Si hemos observado el grado de confusión que nos rodea y acelera, no
podemos dejar de sentir que la cultura, a pesar de estar cercada por los
avances tecnológicos, intenta aún permitirnos razonar y entender el mundo que
nos rodea.
La literatura es parte del brazo de
ese árbol llamado cultura que nos permite, a través de historias contadas,
entretenernos al tiempo que nos ayuda a afrontar este mundo que transitamos. Lo
literario suele reaccionar como un analgésico ante el dolor de la existencia,
ofreciendo consuelo, razonamiento y respuestas. Pero, como ante la variedad que
produce el huracán tecnológico, también lo literario tiene variedad de
contraindicaciones, entre ellas, el poder narcótico que relaja, produce sueño y
perdida de sensibilidad o conciencia. Es preferible la esencia que garantice el
analgésico, ya que al menos trata de calmar o eliminar el dolor, sin esconderlo
o narcotizarlo.
Me cuestiono mi doble vida con las
nuevas tecnologías. Desayuno frente al ordenador leyendo los viejos periódicos de
siempre en las nuevas plataformas digitales; me duele la mano las pocas veces
que debo tomar apuntes con un bolígrafo y anotador; escribo en una herramienta
producto del desarrollo tecnológico -este blog- pero lo hago de forma no
convencional al desarrollar más de cuatro carillas por entrada y muchas veces
criticando este desarrollo; no tengo televisión porque reconozco que la tecnología
me permite conectarme con el ordenador cuando tengo necesidad de ver algo y no
como suele suceder cuando el sofá nos arrastre hipnotizado a ver el televisor
aunque no ofrezca nada de interés; compro poco pero compro cosas que necesito
por internet; tengo grupo de wasap con amigos de aquí y de allá, familiares, compañeros
de estudios, del futbol de benjamines y de trabajo; estudio una carrera
universitaria con la modalidad de estudiar a distancia; agrupo la información
laboral importante en la nube que me permite mi servidor; almaceno las fotografías
personales en aplicaciones tecnológicas; me informo de los diversos horarios de
los medios de transporte a través de sus apps; pero, como una resistencia casi
heroica, cuestiono la esencia de todas estas supuestas ventajas de las que
también me aprovecho al tiempo que me sostengo en la lectura de la literatura o
filosofía con el único sistema infalible: el papel impreso.
A través del papel, conecto con siglos
anteriores y con las dudas que no sucumben al paso del tiempo. Los problemas
fundamentales de la humanidad parecen no ser resueltas con el avance incesante
de nuestras tecnologías, a pesar de la sensación de ampliar y enriquecer
nuestras vidas. Las heridas que se trasmiten con el ADN del tiempo evolutivo
están presentes esperando respuestas, aguardando por sanar las heridas. La tecnología
acorta distancias y permite alternativas, pero no puede sofocar el dolor de la
pérdida, de la distancia ante un abrazo o beso de contención, del dolor, del
amor. La tecnología permite el doble rasero de la cercanía y de alejarte por
ser tan cercano. Lo que comienza como ventaja de acortar distancias se
convierte en un rechazo a tanta cercanía posible hasta alejarnos más de todo. La
tecnología nos aparta de los demás.
Utilizamos poco más del 2% de consumo
de energías renovables solares, eólicas y biocarburantes. La razón no es la
falta de desarrollo tecnológico, el problema sigue siendo nuestra avaricia, ya
que nos perpetuamos en la opción más económica de contaminantes como el gas,
carbón o petróleo. Optaremos por la masividad de las energías alternativas en
el mismo momento que sean de precio competitivo. Por eso vemos el forzado
inmovilismo que proponen las políticas y tratados internacionales, que a pesar
de conocer los inconvenientes y sus consecuencias, no termina nunca de avanzar
para tratar de minimizar los daños económicos que se están cargando el planeta.
La tecnología nos ayuda a proyectar
nuestros cultivos, cosechas, procesos de almacenaje y logística, pero
sostenemos sin aras de solucionar las hambrunas producto de las desigualdades o
crisis políticas. Es posible el solucionar los grandes problemas con el apoyo
de la tecnología, pero es imprescindible contar con la presencia de algunos
elementos que tantas veces se resisten a desarrollar su verdadero protagonismo:
la población en su conjunto, los líderes políticos – que surgen de tanto en
tanto-, las instituciones que deben fomentar las soluciones y la última y como
paraguas de las tres anteriores: el razonamiento que nos permita y obligue a
comprender y encarar los problemas. El razonamiento necesita a la cultura y filosofía
más que a cualquier aplicación tecnológica disponible en estos tiempos.
El fuego, la rueda, la imprenta, el teléfono,
los ordenadores y su conectividad, los medicamentos, la robótica, son avances
que nos permiten a diario elevar el nivel de conocimiento, comunicaciones o
productividad. Pero todos estos avances contrastados no logran por si solo
resolver los problemas, aunque enriquezcan parte de nuestras vidas. Hemos
superado gracias a la trascendencia de la ciencia, una larga lista de triunfos
tecnológicos: el avión, la erradicación de la viruela o poliomielitis, la
vacuna contra la tuberculosis, la llegada a la luna, la lucha contra el cáncer,
etc. Pero la sensación imperante que nos están “enriqueciendo” con juegos banales
o nimios que no nos distraen y enriquecen, pero que “enriquece” por la venta
automatizada a empresas cada vez menos ambiciosas para la erradicación de los
grandes temas y más ambiciosas por las ganancias y dividendos.
El árbol que mantenga una raíz fuerte
y permita detenernos a su amparo para poder evaluar los riesgos de tanta
velocidad tecnológica, será el que nos ayude a sobrellevar las ansias a tanta
sobrecarga de expectativas al tiempo que proponga el razonamiento permanente
para afrontar los constantes retos de nuestra existencia. Ese largo brazo de
ese inextinguible árbol debe seguir siendo la cultura y su razonamiento. Aún
para poder correr, se debe razonar sobre las fuerzas existentes para sostener
un ritmo. La literatura y la filosofía son las herramientas o aplicaciones más
modernas y vigentes para poder comprender el hiperactivo y al mismo tiempo tedioso
mundo que vivimos…
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