Cada fracaso enseña al hombre lo que
necesita aprender.
Charles Dickens – Escritor
El mismo día que me marché de mi país,
en ese instante donde te gana el pánico por encarar una aventura desconocida,
le pregunté a mi padre en el mismo aeropuerto, cuando pensaba que podría
regresar. Él, quien también es hijo de la inmigración, me dijo que las puertas
siempre estarían abiertas para regresar, que lo viviera como una aventura sin
importar como habría de salir. Y si mi pregunta iba orientada hacia el país en
sí, me habló de una crisis moral que parecía ir en escalada. Esa era la
cuestión, quizás en veinte años se podría hablar de un nuevo país. Faltan cinco
años para que se cumpla la cifra de mi padre, y creo darme cuenta de dos
posibilidades: o que calculó muy mal o que me quiso regalar una cifra
optimista.
¿Cómo se mueve el ser humano ante un
conflicto? No hay una única solución, pero si aptitudes y actitudes para
encarar. Existe la tibieza, la indiferencia o, en resumidas cuentas, la
resistencia por aceptar una determinada cuestión conflictiva. Hay países que
parecen estar sumidos eternamente en discusiones de medio siglo o más atrás,
adaptando la evolución a sostener el conflicto. Para muchos la verdad duele y
molesta, cuando debería ser clarificadora e introspectiva, para poder saldar
raudo deudas internas o externas con un pasado mal gestionado y salir adelante.
Pero duele, molesta e irrita. Lo que irrita, tarda en sanar. Y uno reconoce esa
actitud en varias sociedades contemporáneas. Tibieza e irritación, y en el otro
extremo, radicalidad y ánimo de venganza. Menudas perspectivas.
A veces leo comentarios opinando muy
libremente por situaciones apremiantes en países cercanos -que nunca visitaron
ni conocen-. Y me muerdo por opinar, más cuando tengo amigos o conocidos que
sufren o han sufrido en esos países convulsionados. Los videos que remontan
todos los males al imperialismo son una agradable sensación de sentirse de
izquierdas en este mundo capitalista. Sensación, porque colgando un video no se
hace gran cosa, salvo que el video sea un testimonio contundente, y de esos, no
abundan. Yo me siento confundido en estos momentos cuando observo videos de
civiles fusilando a manifestantes en un país sudamericano. Tengo miedo de
enterarme que están montadas las escenas, o que me digan eso los defensores del
sistema. A mí me conmueve la escena, a mí no me interesa en ese momento la
naturaleza política del conflicto. Hace un par de años, una foto de un bebe sirio,
ahogado en orillas turcas, motivó un sinfín de reflexiones. Una de los gritos
que más sonaron en aquel momento era el de querer averiguar cómo adoptar a uno
de esos niños. ¿Habrá habido muchas demandas o fue una frase del momento? Mejor
dejar el interrogante. Basta mirar cada tanto el derrotero de los refugiados
que avanza y avanza.
Nos cuesta horrores saber ubicarnos
ante los sucesos. La verdad del pasado suele llegar tarde, y tantas veces no
llega. Y con el tiempo, las sociedades olvidan porque parece ser la mejor
receta. Y están los que no olvidan y tergiversan, y están los que no pueden
olvidar porque han sido las verdaderas víctimas. A estos resulta difícil
pedirles serenidad o razonamiento: ellos han sido víctimas, muchas veces sus
vidas se han paralizado y se encuentran sumidos en varios problemas: en
escuchar lo que se dice en su nombre, en escuchar lo que los ofende, en
escuchar lo que nunca les permite cerrar sus heridas y en escuchar que esos
ideológicos suelen pelear por “ellos”. La víctima la tiene difícil, es víctima
de por vida.
Y está la víctima que necesita ser
víctima. No puede o no quiere superar ese trágico suceso. ¿Se los debe juzgar?
No creo, salvo que lucren de una manera descarada con ello. Salvo que se
mencione todo el tiempo la necesidad de vencedores y vencidos. Salvo que se
subsidie de más por el dolor. Como un tonto, el año pasado rendí la asignatura
de “Derechos humanos” en la universidad, necesaria para cumplir con el
cronograma de mi grado escogido. Ese 9.75 que promedié me dolió más que un
aplazado. Derechos humanos, es algo tan bastardeado que creo que no se puede
abarcar en una sola definición: hoy creo ver que los Derechos Humanos son los
que cada uno quiere o necesita defender, aun pasando por encima por una serie
de otros derechos, que casualmente son también “humanos”. Y el subsidio como
enturbia esa lucha. Y como es un tema tan delicado, no se debe hablar de
ciertas cosas.
Nos cuesta cambiar las creencias
establecidas. Nos cuesta el revisionismo. Por eso es difícil alcanzar la
reconciliación. Porque para alcanzar ese estado, seguramente se hace primordial
el reconciliarse con uno mismo primero, humanizarse para intentar que no vuelva
a suceder lo sucedido. Si algunas víctimas no pueden, nosotros estamos ante una
obligación: ¿Pasar finalmente esa dolorosa página? Se debe desechar la
ideología refiriendo los hechos como quizás pasaron, y no como nos siguen
sosteniendo que ha sucedido. Algunos hechos los hemos vivido nosotros -de
lejos- por eso se confunden las sensaciones: ellos lo han vivido como lo
cuentan, nosotros lo hemos vivido con otra perspectiva: el que no se encuentra
afectado. No hay una sola manera, sino seguimos en el eterno bucle. Las
naciones necesitan avanzar de sus atrocidades. Se entiende que una buena parte
de la población se quede afectada en ese delayed.
Y es ofensivo definir a esas, como
sociedades enfermas. Pero, ¿hay alguna otra definición más clarificadora? El
silencio, el aturdimiento, la indiferencia, el miedo son formas de complicidad,
aun cuando no se quiera ser cómplice. Y el poder contar una verdad más integral
corre por cuenta de esa sociedad, una vez que las verdaderas víctimas han
podido expresar la porción de realidad que les tocó sufrir. Pero, tantas veces
esas sociedades enfermas prefieren la hipocresía, o la dualidad vencedores y
vencidos, que rara vez ha conseguido resultados y, por otro lado, intentar
determinar que ha existido una contienda, tantas veces ficticia o existente
para un solo bando. Intermedie en un conflicto sencillo y compruebe lo difícil
que es lograr un acuerdo apelando a rendición incondicional o pedir perdón como
únicas opciones. No se logrará nada, la radicalidad de las partes no permite
cerrar esa página de historia. Para que eso suceda, las partes deberían
mostrarse verdaderamente cambiadas, de ahí que se eternicen conflictos en
distintos rincones del universo.
No está mal encarar un análisis
posterior. Intentar buscar un punto en común que nos permita comprender lo
sucedido, sumado a la cerrazón de un pasado que muchos contribuyen a empañar.
Existen personalidades que logran alcanzar la profundidad de una meditación del
conflicto existente, pero suelen ser poco escuchados. El desconcierto o el
desánimo no se soluciona con reflexión, pero seguro que menos resultado
posibilita la agresión, división y relato eterno. Se asocia como indispensable
encontrar al pensador que no tenga intención política ni dogma por defender, y
solo cuente con su razonamiento o curiosidad por hallar una posible verdad o la
correcta forma de actuar. Mientras tanto, sostenemos el dicho “Si la historia
la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia” a pensar
esta otra alternativa, también existente y cada día más posible de visualizar: “A
veces los que pierden, se adueñan de la historia”. En el medio, una parte de la
sociedad que comprende que la verdad estará entre nosotros, pero que debemos
encontrarla, tratando, en lo posible, de no hacernos más daño. Desde el
comienzo de nuestra existencia, el hombre ha intentado adueñarse de lo que más
valor tenía en un momento dado. No crean que hemos cambiado tanto en el tiempo…
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