El tiempo es un
maestro de ceremonias que siempre acaba poniéndonos en el lugar que nos
compete.
José Saramago
En el momento que somos una mezcla
obsesiva de permanente vitalidad y agobiante cansancio y necesidad de parar, la
ciencia y la prensa nos vienen a sentenciar con un límite a nuestra caducidad.
Un equipo de investigadores de EEUU acaba de precisar un coto natural de 125
años para la longevidad de la especie. La edad máxima de vida no ha retrocedido
desde el siglo pasado, y hace menos de un siglo se creía que la esperanza de
vida nunca superaría los sesenta y cinco años. Parece que el hombre no conoce
sus límites, y en lo relativo a su edad en la tierra, tampoco.
Pero el tiempo sigue siendo un
misterio a la hora de determinar una posible uniformidad de todos nosotros al
transitarlo. Desde "el tiempo vuela" hasta "El tiempo no pasa
nunca" define la tendencia. La edad puede ser un atenuante, la vitalidad
otro, los golpes o la dicha tal vez sean parte fundamental en la balanza de la
velocidad. El carácter se supone que elastiza la definición, lo que para uno
grafica el tiempo en un suspiro, el de al lado lo puede sintetizar en un
bostezo. El tiempo no es el mismo, entonces.
¿Quién recuerda los veranos de niño?
Tardaban tanto en llegar y también en irse. Nos daba el tiempo para todo, el
mundo parecía transitar en cámara lenta, un HD de cuadro por cuadro que no
ralentizaba ex profeso. Los días parecían interminables y la sola mención de que
en algún momento deberíamos retornar a clases parecía una amenaza siempre
distante. Un día se terminaban las vacaciones y desde ese momento, deseábamos
el fin del año lectivo, y vaya paradoja, también tardaba una eternidad en
pasarse. El mundo de los adultos sonaba tan remoto que hasta hemos fantaseado
con las ganas de ser grandes para saber de qué se trataba eso de ser
independientes, cuando en realidad, creo que la única independencia que yo
transité fue la de mi infancia.
Pero tenía algún compañerito que
siempre amenazaba con que sería adulto en breve. Amenazaba a sus padres, a sus
maestros, a sus compañeros, a su pedíatra, a su dentista de dientes de leche, y
provocaba a sus amigos con que un día sería "mayor" y todo sería
distinto. Desde el origen que el hombre no se pone de acuerdo, algunos no
reparan en si el tiempo vuela, otros creen que va despacio, pero están los
ansiados o frustrados que anhelan la estación siguiente, como si estuvieran
siempre viviendo un tiempo diferido que no merecen. "Un día seré grande y
ya verán", ¿a que todos guardan esa amenaza en sus memorias?
Al criarme sin abuelos, he perdido
una valiosa referencia final en el arte del tiempo. Pero he visto infinidad de
ancianos que no se ponen de acuerdo en cuanto a la fecha de vencimiento. Muchos
se levantan como si fuera el primer día de su existencia, cuando hay otros que
para levantarse demuestran que le han perdido el respeto o confianza a la vida.
¿Serán estados de ánimos? ¿Será el carácter? ¿Serán los huesos que pesan? ¿Serán
los golpes de la vida? No debe haber uniformidad en el criterio, ¿y cómo lo va
a haber?, si no nos ponemos de acuerdo en casi nada.
Las tiempos también cambian. Estos
días, estas últimas décadas parecen maratones. Suena ofensa o bravuconería declarar
que se dispone de tiempo libre. Es que se cree que al ocio hay que atiborrarlo
de actividades. Si eres niño, miles de extraescolares, con la indisimulable
intención de prepararlo para el mundo ruin que les espera, y de paso para que
se cansen y agoten y liberen a los padres oprimidos, de prestar demasiada
atención a la prole, en su escasos momentos sueltos. Mi padre regresaba del
trabajo, se cambiaba de ropa, leía el periódico, escuchaba radio, miraba el
noticiero, cenaba, no exageraba la sobremesa y tenía tiempo aún para leer
algunas páginas de algún libro. Y conversaba un rato conmigo, porque para el
arte de jugar, en aquella época los niños se bastaban solos, no éramos de
acusar a nuestros padres que no nos divertían. Esta rutina de mi padre no era
siempre igual, porque había varios días que acudía de noche a la Universidad de
El Salvador para encarar de adulto la carrera de Ciencias Políticas. Y yo nunca
lo noté agotado, como me suelen decir hoy mis amigos que tienen la
"desdicha" de trabajar y ser padres, aunque muchos no ejercen ese
patronato sino que aspiran a ser buenos colegas de sus retoños.
Lo que está más que claro es que el
tiempo no para, no se detiene, no nos espera. Pero a pesar del goteo incesante
de momentos que fluyen, hay gente que asegura que se impacienta sobremanera porque
el tiempo no discurre. "Los días se me hacen eternos" puede ser la
confesión del deprimido, desocupado, angustiado o enfermo. Frase que contradice
a "No me alcanza el tiempo para nada, necesitaría días de cuarenta
horas" con que otros reflexionan sobre la escasez de ese flujo temporario
que permita acometer obligaciones o intenciones.
A pesar del juego de palabras, el
tiempo libre de mi infancia era más libre porque no usábamos casi el televisor,
la play, internet, el wassap, los mails, o no disponíamos de más de una actividad
extraescolar, lo que permitía enfrentar la jornada con disponibilidad. Y
teníamos un elemento crucial, la imaginación, para ocuparnos en actividades
íntimas o de pares sin reprochar a nuestros padres de un supuesto aburrimiento.
Hoy creo que éramos nosotros los que dominábamos al tiempo, a pesar de que de todos
modos se nos escabullera igualmente de las manos o de nuestras células.
En cuanto a mi blog, en el momento
que me relajo por una entrada publicada -y casi nunca comentada- ya me
encuentro sobre el siguiente día programado para sentarme nuevamente a divagar.
Y no es tarea sencilla tener un tema a mano para desarrollar. La experiencia
acerca temática, la lectura detenida en una fuente insaciable de contenidos,
pero la decisión es lo que ralentiza, lo que hace que el tiempo se nos eche
encima. El saber programarse en importante, y ahí nos damos cuenta que el
tiempo si bien, se pasa volando, rinde. Aunque también es verdad que tantas
veces sentimos que el tiempo que ha transcurrido nos ha dejado un vacio
interior tan intenso, que deseamos con pasión poder volver a disponer de un
tiempo completo, de una hora fulgurante, de un minuto de plenitud, que ha de
llegar cada tanto. ¿Será la presencia de la pasión la que determina la
velocidad y utilidad del tiempo?
¿Quién nos ha acelerado de manera
tan histérica? ¿Quién se siente tan cansado para precisar que el tiempo no
pasa, aburriéndonos a propósito? ¿Quién nos hizo tener la equivocada precisión
de que no hacer nada es perder el tiempo o ir de vago? ¿Quién nos inculcó que
sentarnos a leer y razonar un libro es una actividad improductiva porqué no
denota dinámica? ¿Quién hizo de aquel familiar impulsivo una década atrás este
anodino personaje de hoy que no sabe como matar el tiempo? ¿Quién falseó la
definición de que el histérico es una persona viva - activa y el reflexivo una
persona sin verbo? ¿Tenemos tiempo libre como para encarar alguna de las
respuestas?
A mí me preocupan los desocupados o
los enfermos, a ellos habría que apoyar para que el tiempo no sea una losa
pesada. A mí me angustian los niños a los que definen como hiperactivos, y a
los que les recetan pastillitas desde pequeños para dosificar sus energías o
para disimular la soledad con que transitan sus primeras horas de aprendizaje.
A mí me preocupan esos padres que van de un lado a otro con la sensación de no
tener control de su vida. A mí me preocupa el que se apura por hacer running
para que le de tiempo de hacer parapente y luego subir las fotos a instagram. A
mí no me preocupa encontrar una hora libre para sentarme a leer una novela
porque creo que el tiempo es veloz, pero nunca habrá velocidad que logré frenar
el hábito de aprender. A mí me asusta saber que la vida me pondrá frente a la
enorme putada de arrepentirme de no haber dispuesto de cinco minutos con aquel
ser tan amado y a veces tan desatendido...
Esta entrada comenzó con Saramago y
termina con un poema suyo, "Pues el tiempo no para":
Pues el tiempo no para, nada importa
que los días vividos aproximen
el vaso de agua amarga colocado
donde la sed de vida se exaspera
No contemos los días que pasaron
fue hoy cuando nacimos. Sólo ahora
la vida comenzó, y, lejos aún,
la muerte ha de cansarse en nuestra espera.
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