El antiintelectualismo es el culto a
la ignorancia. Ha sido una constante en nuestra historia política y cultural,
promovida por la falsa idea de que la democracia consiste en que "mi
ignorancia es tan válida como tu conocimiento".
Isaac Asimov
Se trata quizás del dibujo animado
que más popularidad goza. La ironía e irreverencia marcan la filosofía de la serie. Uno de sus
personajes principales, se caracteriza por ser esclavo de sus deseos, del afán
por la comida, de la licencia con la bebida como presencia constante. Es
mentiroso al extremo de ser permanentemente infantil, se suele abusar de los
más débiles, es marcadamente egoísta, se
burla de aquel "soso" con valores que lo rodee, y aunque esté siempre
cerca de compañeros de juergas o taberna, no se le conoce una amistad de toda
la vida. Todos estas debilidades remarcando que se trata de un ser sin una
razonada malicia. Se trata de Homero Simpson, personaje que a pesar de tantos
defectos o limitaciones sociales, es considerado un buen tipo. Si bien es un
dibujo, la pregunta que nos toca hacernos es: ¿Representa al personaje medio de
cualquier sociedad? Su autor Matt Groening, además de ser guionista, es
filósofo. Quizás nos diga con dibujos algo que es más fácil de digerir que si
lo plantea en alguna charla o coloquio o advertencia sobre la conducta social
actual.
Estamos ante un llamativo momento
social donde prevalece el culto a la ignorancia. El ya mencionado Homero
Simpson (Homer para los que residen en España) deja mucho que desear en el
aspecto moral, pero gusta de él su "desenfada humanidad" que suele
estar teñida de movimientos y pensamientos groseros. Los trazos del personaje
parecen estar marcados por una vida anodina y falta de incentivos propios, pero
parece gozar de la vida al máximo con lo mínimo. Es marcadamente un anti intelectual
y quizás ese sea el verdadero secreto de su éxito. La única intelectual de la
tira animada es Lisa, la hija del medio, y si bien es la permanente reflexión
sacrificada, su personaje está marcado no solo por su brillantez y don de
gente, sino por una sensación de infelicidad ante el desvarío permanente y un
dejo de burla de los demás por ser pedante en sus conocimientos.
El anti intelectualismo retrata una
tendencia tan a la alta -de tan alta dejo de ser tendencia- de desprestigio de
las humanidades y de la actividad intelectual. Es tratar con hostilidad y
desconfianza al intelecto humano, culpándole del eterno fracaso social, de ahí
que se trasluzca una práctica casi despreciable hacia las ciencias o la
educación. Se subestima tanto la
capacidad de razonamiento y la influencia del intelectual, que las sociedades
actuales pregonan el término acción antes que el de razón. Una persona en
movimiento es mucho más "activa" que una que se detiene a reflexionar
sobre el "escaso" movimiento social que genera esa persona
hiperactiva. La calle está llena de pícaros, en ellas no tienen lugar los
chicos de buenas notas y conductas retraídas, a esos hoy se los llama frikis,
que en realidad es ser minoritariamente distintos.
Hoy se idolatra la estupidez al
tiempo que se considera a los medios de comunicación como los dueños de todos
los males, y a los pensadores como los responsables de la infelicidad social y
portadores de malos augurios. Una moda anti racionalista se extiende por
nuestra sociedad. Y las bajas expectativas parece ser su principio básico. El
concepto de cultura ha variado y en un punto, no está mal incluir a parte de lo
popular como cultura. El problema parece ser que se ha instalado una sensación
de falta de interés por lo intelectual, hoy todo es opinable y para opinar, hoy
no se necesita saber. Solo se necesita tener personalidad para decir una
burrada. Y parecer espontáneo o natural.
Es por eso que si un político hace
un cierre de campaña en un programa supuestamente cómico, parece algo natural o
espontáneo, rozando lo ordinario. Si se presta al ridículo se lo ve como
alguien cercano, a alguien como uno. Hoy no se necesitan referentes, sino
pasatiempos o colegas "enrollados", ya que la difusión de contenidos
elevados se toma como algo traumático, conflictivo. La elite ha fracasado, nos
trasmiten con naturalidad los Bush, Trump, Putin o Berlusconi, entre muchos. Massimo
Cacciari, filósofo y ex alcalde de Venecia, reflexionó: "En algún momento
del pasado se ha producido una división entre los políticos y los
intelectuales. Los políticos de hoy son todos ignorantes".
Richard Hofstadter, científico,
filósofo y académico estadounidense, logró entre otros galardones, dos Premios
Pullitzer (de Historia en 1956 por "The age of reform" y a la obra de
ámbito general en 1964 por "Anti-intellectualism in American life").
En su segundo Pullitzer definió al anti intelectualismo como "el desprecio
por el conocimiento como finalidad en sí mismo". Los conocimientos que más
se desprecian suelen ser los conocimientos académicos vinculados al saber
científico y a las tradiciones del pasado, el tipo de saber que se imparte en
las conferencias y que principalmente, se encuentran recogido en los libros. Aventuraba
que las sociedades se estaban aficionando a los conocimientos útiles solamente para
la mejora económica y se llegó a asociar a los libros, mediado el siglo XIX con
una tradición corrupta y una Europa pecaminosa. En síntesis, el fracaso de la
elite pensante. Henry Ford lo graficó de esta manera: "La historia es mera
palabrería".
Medio siglo después, la definición
de anti intelectualismo no es solo patrimonio americano. El mundo parece
alejarse cada día más de la cultura filosófica o letrada, acercándose a una
cultura de masas, más frugal y frívola, al alcance económico de todos los
estratos, barata y accesible. Ha variado el concepto de cultura, ha perdido
prestigio la educación cultural. Escasean los referentes, no se les necesita. Un
anti intelectual se presenta públicamente como defensor de la gente común, por
lo cual los filósofos determinan que es el disparador del populismo in
crescendo. La paradoja del fenómeno anti intelectualismo es que tantas veces es
propiciado y liderado por elementos de la elite que intentan, de esta manera,
mostrar que tienen una cara popular, como que se tratan de gente común. Y un
sinfín de populistas, en el culmen de su discurso contra la elite burguesa,
viven, se visten o consumen finalmente como esa clase que aborrecen.
"Las series animadas no tienen
significado profundo. Son sólo unos dibujos estúpidos para pasar el rato",
es una expresión del propio Homero Simpson. Muchos espectadores pueden suponer
que no hay nada que interpretar en Los Simpson, serie poblada de muchos
personajes ni muy listos o interesantes. Matt Groening logró un fenómeno de dos
décadas de duración de ingeniosa crueldad, que nos permite admitir con excelente
humor algún posible panorama decadente de nuestras realidades culturales.
De manera que la espantosa dualidad
de suponer que nuestros jóvenes pueden conforman hoy, por un lado, la
generación más preparada o formada de la historia, con la duda cruel de suponer
que esos mismos jóvenes son al mismo tiempo más vacíos, intrascendentes y menos
listo que en cualquier otra época. Sea como sea, no se debe olvidar que la
inteligencia es una potencia que se desarrolla con el conocimiento y para
llegar a ella es necesario tener curiosidad. Y si resignamos esa curiosidad,
renunciamos a la pasión de tratar de entender lo que nos rodea, perdiendo
nuestra sensibilidad y lo mucho o poco que hoy tengamos de inteligentes, sea
cual sea nuestra clase social o referencia cultural...
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