Todo escritor que crea es un
mentiroso; la literatura es mentira, pero de esa mentira sale una recreación de
la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios fundamentales
de la creación.
Juan Rulfo
"Las cosas no son como las
vemos, sino como las recordamos", donde la memoria podría ser considerada
el punto de partida de la fantasía, el disparador de la imaginación, esta frase
de Ramón María del Valle-Inclán pone de manifiesto la particular relación que
debe existir en toda creación literaria: el poder de persuasión de un buen
escritor y la incredulidad de un buen lector. Y para reforzar el dicho del
dramaturgo-poeta y novelista gallego, podemos afirmar que las cosas quizás no
son como las hemos contado, la realidad es suplantada por nuestra manera de
enfocarla.
Recuerdos e invenciones se mezclan
en una creación artística, en este caso literaria. Mario Vargas Llosa considera
que la recuperación de un tiempo perdido que puede llevar a cabo la literatura
será siempre un simulacro, una ficción en la que lo recordado se disuelve en lo
soñado y viceversa. Ponerse a escribir es un trabajo metódico donde se van
llenando páginas y los personajes adquieren vida. Y en esas páginas estarán
volcadas las impresiones, emociones e intenciones del que quiere contar una parte
de una historia. Y en esa tríada puede quedar bien claro que para darle forma
creíble a una historia, quizás debamos apelar a una mentira. La imaginación es
infinita y junto con la intuición nos permite acercarnos a lo más real de una
historia. Ni siquiera podemos asegurar que se obtiene la verdad, verdad al
escribir historia, reportaje o ensayo. Hay otro componente que arropa mucho a
la mentira, y se llama ideología.
Para el RAE (Real Academia Española)
una mentira es "la manifestación contraria a lo que se sabe, cree o
piensa". Se puede faltar a la verdad sin estar mintiendo. Pero en
definitiva, siempre nos estamos alejando de la verdad. Una verdad parece ser
subjetiva, ambigua, abierta a contradicciones, y una verdad literaria puede ser
una mentira histórica. Siempre debemos recordar que la literatura es ficción y
que en periodismo, no se da una relación de hechos sino una interpretación de
los mismos. Parece cada día más compleja la interpretación de un hecho, ya que
de todo lance sabemos que no es más que una opinión de alguien que la siente
como verdadera. "La verdad puede estar rota en mil pedazos, pero es
una", expresaba Josep Carner. Y me sigo sosteniendo en frases de
escritores, esta vez me apoyó en Oscar Wilde: "Lo único que se conseguirá
diciendo siempre la verdad es ser siempre descubierto".
No hay una verdad universal. Protágoras
señaló que sólo podemos conocer los fenómenos que impresionan a nuestros
sentidos, y al no haber nada estable y donde todos creemos percibir una
realidad, significará que habrá tantas verdades como individuos o
razonamientos. Platón admitió la necesidad de ciertas mentiras dirigidas a
seres menesterosos (niños, vulgo) para fines beneficiosos para ellos. Los
términos griegos alethés (verdadero) y pseudós (mentira) representan lo
correspondiente a los hechos y lo no correspondiente, sin entrar en detalle de
juicio moral ninguno.
La tesis que Mario Vargas Llosa
desarrolló a través de su libro "La verdad de las mentiras" es que toda
literatura de ficción representa una mentira y que su fin puede estar signado
por la necesidad de escaparnos de un mundo que nos oprime, nos limita y
encierra, y que entonces, a través de la escritura podemos optar por escenarios
más ilusionantes, a soluciones más redentoras, a escenarios más cercanos a
nuestros ideales o deseos."La ficción la hemos inventado para poder vivir
esas vidas que nos hemos podido tener en la vida real. No es un engaño, es para
completarnos y permitirnos vivir esa vida que solo podemos vivir en
parte", contundente análisis en boca del Nobel peruano.
Pero la literatura no es un fraude,
es un vehículo fundamental para el conocimiento, nos hace agente de cambio o de
transformación, el pedido siempre inconcluso de tratar de ser mejores de lo que
somos. Lo curioso es que muchos nos refugiamos en la literatura para encontrar
estados superiores a los que funcionan en la vida real. Y en ambos estados, la
génesis puede estar supeditada a una mentira, a varias mentiras. A la mentira
original.
Es que parece ser que la verdad
absoluta entre nosotros, los seres humanos, no existe. Nos cuesta perdonar la
mentira, pero la realidad indica que la mentira habita entre nosotros todo el
tiempo. La mayoría de las veces son insignificantes, casi
"inofensivas". Están presentes en nuestras interacciones, siendo el
autoengaño la manera más íntima de engaño. La comunicación debe ser la
herramienta más valiosa que generamos, pero también la más peligrosa, nos
expone continuamente ya que comunicar es una manera de crear, y al crear nos
movemos por impulsos o emociones que tantas veces mueve a confusión con la otra
arista fundamental en la comunicación, que es la capacidad de interpretación.
La frecuencia con que mentimos
cuando nos estamos comunicando es importante. Según investigaciones encabezadas
por Pamela Mayer, escritora y máster en gestión de empresas en Harvard,
mentimos entre diez y doscientas veces en el día, siendo mayor la capacidad de
elaborar mentiras cuando se trata de personas que se acaban de conocer o están
conociendo. Las personas inteligentes y extrovertidas son tan o más propensas a
mentir, y consideran que la sinceridad compulsiva que en estos tiempos parte de
la sociedad exige, nos está acercando a un abismo sin control, donde solo ha
predominado el enfrentamiento sin discusión, la división sin puntos de
acercamiento, la agresión por la falta de comprensión.
El bebé suele mentir para llamar la
atención. El niño continúa por esa senda, para que con gracia y ternura intente
acercar agua para las necesidades o caprichos de su molino y fomentar su
imaginación. Los padres le mienten a sus hijos para protegerles, para
preservarlos, para gratificarles. El adolescente suele mentir como estrategia
para que no sean descubiertos cuando se están abriendo al mundo o porque se les
hace intolerable el tránsito entre la inocencia y las imposiciones del mundo de
los adultos. En el amor, la mentira forma parte del arte de la seducción
inicial y luego se miente para proteger o para preservar una ínfima parte de
libertad interior. Las ideologías son ficciones que nos hacen creer que son
lectura objetiva y estudiada de la realidad, nos introducen ideas falsas tal
como lo propone las religiones o las políticas, donde el fanatismo es impuesto
a través de "supuestas" ideas o razonamientos.
"El engaño es un intento por
acortar la brecha, por conectar nuestros deseos o fantasías sobre quiénes y cómo
nos gustaría ser, con quienes somos realmente. Y sí, estamos dispuestos a
rellenar las brechas con mentiras", pueden seguir a Pamela Mayer a través
de las interesantes charlas que TED suele proponer. La primera fuerza que
dirige el mundo es la mentira, nos cueste o no creer. Mentir puede ser tan
antiguo como respirar, pero la mentira no guarda una sola cara. Una de las
caras, que algunos puede denominar mentira blanca, es la que podemos llamar
ficción. Y desde niños comprendemos un buen día que esas historias que nuestros
padres nos mentan -caperucita roja, Blancanieves u otras -no son verdaderas. Y
lo asumimos con naturalidad, cosa que no sabemos hacer en los otros tránsitos
por los que atravesamos en esta vida, como que en ese reconocimiento hemos
perdido toda la magia.
Cuando nos sentamos frente a una
novela, sabemos que lo que vamos a leer no será del todo verdad. Mentimos
cuando luego de leer ficción, intentamos trasladarla a la realidad como dogma o
manto sagrado. Que una novela sea cierta o falsa no importa tanto como que sea
buena o mala. Lo realmente importante en la literatura seguirá siendo el medio
para transformar la realidad, no para contar la vida. La literatura siempre nos
enfrentará con la brutal confirmación de que siempre seremos menos de lo que
eternamente soñamos...
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