"La investigación de las enfermedades
ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien que esté
completamente sano".
Aldous Huxley
Se lee e investiga poco y cuando se hace son
libros de lectura fácil, del aluvión de la moda, que te permite acallar lo
certero que nuestras conciencias saben, que no crecemos. Solamente nos entrará
en la cabeza y saldrá algo de información que no cuestiona o pregunta, que no
lastima, que no enoja ni preocupa, información de la que no se aprende más que
a hablar por hablar, que solo es repetir y que no tiene nada que ver con
filosofar.
Y para estar a la moda, luciendo
prendas de rebeldía, tintes de indomables, matices de vintage, sublevados tatuándose el cuerpo entero tal
antiguos papiros o cazando pockemones para demostrar lo alternativo e
independiente que se es, cuando en realidad -salvando excepciones- sean
imitadores de aquellos rebeldes que cuestionaron las corrientes predominantes.
Pero esos mecanismos no guardan parangón con las crisis existenciales, ya que
toda investigación interna necesita dar respuestas y estas modas solo parecen
ser fachada, la imagen de los tiempos que corren.
Sobrevivir intelectualmente a este
siglo se ha convertido en un enorme desafío. Ante tantos falsos rebeldes, no se
deben tolerar las generalizaciones que han arrinconado a la filosofía y a la
visión general que se guarda de la vida. Ante tanta etiqueta publicitaria, y
tanto atractivo que genere la imagen de un perdedor, son pocos los consecuentes
que se postulan a perder ante la realidad. Ganar es el objetivo, sinónimo de
triunfar y enemigo mortal de la derrota. La palabra "postura" ha ido
cediendo al equilibrio de las acepciones del diccionario, cada día significa
más la cantidad de veces que nos ponemos algo que la actitud o manera de pensar
de una persona sobre alguien o algo, y sus consecuencias.
En literatura, un movimiento o
escuela es la variedad o animación de estilos que marca las características de
una época. Una nueva escuela surge en represalia de la anterior, generalmente.
Medioevo, humanismo, renacimiento, barroco, neoclasicismo, romanticismo,
realismo, naturalismo, simbolismo o
modernismo, pueden reflejar un rápido tour por las escuelas literarias a través
del tiempo, variadas y cambiantes pero siempre con el supuesto objetivo de
mantener la literatura como arte y expresión en ayuda del crecimiento del ser
humano.
El supuesto fracaso de la rebeldía
romántica, llevó a los novelistas y poetas a una observación realista del
mundo, allá por la segunda mitad del siglo XIX, inclinándose de esta forma por
la exploración de su propia interioridad y a la persecución de la belleza, esta
vez por medio de la palabra y no por un ideal que no se podía cumplir. El
lenguaje cotidiano se incorporó a la poesía, la inspiración se completa con la
inteligencia durante la creación artística, aspectos denominados
"sórdidos" como enfermedad o muerte abren el campo temático, donde el
tedio y el anonimato ya no asustan. La creación literaria se había ahogado en
sus propios límites, generando una revolución dentro del simbolismo: el
malditismo o emancipación del arte y la literatura.
La forma extrema del mal significó
para una nueva camada de creadores el valor soberano, exigiendo una postura
hipermoral -aunque muchos tildaron el malditismo como ausencia de moral- que
generaron nuevas formas de transgresiones al alcance de todos. Algunos nombres
de esta corriente de poetas malditos fueron Arturo Rimbaud, Paul Verlaine,
Charles Baudelaire, Jean Genet, Edgar Allan Poe, Stéphane Mallarmé,
Tristan Corbière, Marceline
Desbordes-Valmore y Oscar Wilde, entre otros. Nacidos muchos de ellos de la
propia burguesía, se mostraron opuestos a los atavismos y valores de esa
sociedad dominante. "Soy bohemio, moderno y me gusta serlo" los llevó
a ser incomprendidos de tal modo, que su reconocimiento llegó de manera
póstuma, luego de morir jóvenes, en forma solitaria y sólo rodeados de miseria.
Estos "raros" fueron
combatidos por la crítica, a través de apologías y fundamentalmente por el
descarte. Un artilugio de la palabra -lo que comprueba que la palabra es el
mayor encubridor de la historia- los definió como excéntricos, derivándolo de
inmediato con un sentido peyorativo. Pero excéntrico en una de sus acepciones
parece dar en el clavo con la categorización recibida por los malditistas:
"Que esta fuera del centro, o tiene un centro diferente". A partir de
definirlos como excéntricos, la sociedad burguesa se las apañó para
adjetivarlos como la primera acepción del diccionario: "de carácter raro,
extravagante". Quizás ser "raro" sea una necesidad de no ceder a
las vanguardias y apartarse de las reglas poéticas convencionales.
De excéntricos pasaron a ser
llamados disolutos, marginados, oscuros, apestados, depresivos, perdedores,
diabólicos o secretos. Un poeta maldito debía disponer de una buena dosis de
fracaso y derrota, matizado con una excelente memoria y retrospectiva, para
rebuscar en la basura y claudicar de resentimiento ante lo humano. Deshumanizaron
el arte, tratando de hacerlo entendible, aún en el dolor. Son escritores o
artistas con talento pero con vida desordenada, con conductas hurañas y hasta
violentas, muchos de ellos fueron llevados a prisión por contradecir los
atavismos de la sociedad burguesa. Pero se mantuvieron orgullosos hasta último
momento de su actitud, a pesar del tedio con que aceptaron la vida.
Emil Cioran, escritor y filósofo
rumano, al referirse al malestar que el pensamiento deriva en creación, lo
definió con contundencia: "Es el precio que hay que pagar por la maldición
de haber nacido". A lo largo del siglo XX muchos autores han recibido la
etiqueta de malditos, con la particularidad de ser escritores solitarios,
vagabundos y con vidas entregadas a todos los excesos. A partir de los seis
primeros escritores a los que Verlaine atribuyó el mote (Villiers, Baudelaire,
Valmore, Mallarme, Rimbaud y Corbiere), se generó el abstracto concepto de
bohemio, consecuencia o reminiscencia del romanticismo paradójicamente combatido.
Y el pasar a ser un ícono pop, un paso no tan largo en el tiempo.
Pero el concepto de poeta maldito
cambió definitivamente cuando se lo apropió el rock a partir de la segunda
mitad del siglo pasado. El surgimiento de este amplio término que reunió una
variedad de géneros musicales se nutrió del culto a toda aquella figura
siniestra que trascendió tanto más que su obra. El malditismo cobijó también a aquellos
malditos músicos que nunca grabaron o si grabaron no fueron reproducidos o
valorados. Pero las tendencias suicidas o autodestructivas de varios jóvenes
que lograron llamativa visibilidad a través del rock, drogas y sexo
desenfrenado y mueren en los veintisiete años de edad, los convierte en los herederos
más famosos de nuestro tiempo de aquel malditismo u outsiders.
Brian Jones, Jimi Hendrix, Janes
Joplin y Jim Morrison murieron en sucesión entre 1969 y 1971 a la edad de
veintisiete años. A ellos sumaron lo sucedido con la muerte de Roberto Johnson
en 1938 para instalar la cábala. Abuso de drogas, alcohol, accidentes
inexplicables e incluso el suicidio más la casualidad de la edad reservaron al
mito. Con el tiempo se incorporaron al "club" alrededor de treinta
músicos más, de fama diversa. En 1994 el suicidio de Kurt Kobain lo sumó al
grupo y reinventó su mística. "El estúpido club", definió su madre al
tópico, y destacó que su hijo manifestaba desde joven la aspiración de formar
parte de aquellos a los nadie olvida. En 2011 se le "dió la
bienvenida" a Amy Winehouse, la
diva del soul, quien en Black to black profetizaba "sólo decimos adiós con
las palabras".
Si bien el malditismo fue finalmente
asimilado por el sistema y convertido casi en un entretenimiento que envilece
aún más a las masas, muchos de esos malditos son el pilar por donde hoy la
creación se emociona, aún para aquellas personas -como puedo ser yo- que no se
apartan de esas normas convencionales que la sociedad dominante propone. El
razonamiento puede ser también dolor, la bohemia no es necesaria atravesarla en
toda su definición y hablar por hablar no será filosofar sino al menos, tratar de no dejar
de pensar, como lo reflejó otro maldito poeta que fue Jack Kerouac, pionero de
la Generación Beat con: La única gente que me interesa es la que está loca, la
gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de
todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes,
sino que arde, arde como los fabulosos cohetes amarillos explotando igual que
arañas entre las estrellas...
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