"Normalmente se sueña una cosa y se hace otra. No te
dejes engañar: intentar realizar los sueños es lo único que al final de la vida
te reconcilia contigo mismo".
Carmen Martín Gaite
Somos tantas cosas y podemos ser tan poca cosa. Nuestras
acciones, nuestros actos, nuestra afinidad, nuestro carácter, la suma de
nuestros aciertos y la acumulación de nuestros errores. Somos todas esas cosas,
y tantas veces parecemos que no llegamos a ser nada. Pero somos, se nos conoce
por lo que hicimos y por lo que nunca llegamos a hacer.
"La vida es un viaje" es una metáfora conceptual de
nuestra existencia. "Caminante no hay camino, se hace camino al
andar" es el emblema del caminante. Antonio Machado siempre nos habló del
camino, del amor, de la libertad, de la vida. Antonio Machado no sobrevivió al
camino del destierro, las huellas de la
barbarie. Instalado en Francia, su cuerpo nos fue dejando poco a poco. La
suerte que aguarda a ciertos mortales, es que siguen vivos a través de sus
avatares, pensar en viajar nos lleva a los poetas. Antonio Machado nos aguarda
en cada camino.
La vida es presente por más que queramos anticipar el futuro.
La vida es pasado, cada vez que deseamos guardar el acto reciente, que vaya
paradoja es recuerdo cercano. El futuro se construye a medida que damos un paso
en el presente pero su huella nos inmortaliza en el pasado. La nostalgia de la
poesía nos atrapa en el pasado, pero en el fondo, el poeta no quiere regresar
aunque no conozca el camino, lo quiere seguir transitando.
El viaje comienza donde finalizan nuestras certezas. Y nos
pasamos la vida viajando. Durante esos viajes vamos conociendo gente y al mismo
tiempo, nos vamos conociendo nosotros mismos. "La verdadera profesión del
hombre es encontrar el camino hacia sí mismo", buceaba en el alma de oriente
Hermann Hesse al escribir Siddharta. "Camino por la renuncia a través del
pensamiento, vaciando su mente de toda imaginación. Aprendió a caminar por
estos y muchos otros senderos. Mil veces abandonó su Yo; durante horas y días
permaneció en el no ser. Pero, aunque los caminos se alejaban de su Yo, su
final conducía de nuevo hacia el Yo"...
El viaje alimenta el alma, porque aunque no nos demos cuenta,
todo lo que vemos nos alimenta. Es la curiosidad del viajero lo que hace el
viaje, es viajero aquel que apenas se desplaza pero su mente no descansa. Somos
todos consecuencias de algún viaje, no necesitamos sellos en el pasaporte para
ser itinerantes. Somos lo que nos alimenta, y lo que saciamos orgánicamente con
comida, en la mente nunca nos saciamos. Somos un pasaporte abierto, somos las
fronteras que nos detengan, somos producto de un tiempo en que el amor
construyó el primer carril de nuestra senda.
Viajar es contestarse preguntas. Viajar es reconocer que
antes no habíamos visto casi nada. Emigrar es viajar, madurar es un viaje,
regresar es un viaje que no se termina nunca de planificar. Viajar es
preguntar, viajar es abrir los ojos, viajar es cuestionar, planificar un viaje
es como el boceto de una obra de arte. Al mundo a veces la falta viajar, a sus
habitantes viajar le permitiría cuestionar una realidad que el sedentarismo
mental no les deja imaginar.
Uno después de tanto viajar, cree que en cada rincón del
mundo se encuentra esa pieza de uno mismo que hace falta para completar la
esencia. Cuando viajamos a través de un bus, de un coche o de un tren, ¿Cuántas
veces pudimos vernos a nosotros mismos desde afuera? Cuando regresamos de un
viaje en avión, ¿Cuántas veces volvemos con exceso de experiencia? Viajando nos
damos cuenta que son más las cosas que nos suman que nos restan. Viajar es
aceptar. Aceptar el clima, aceptar la idiosincrasia, aceptar la naturaleza,
aceptar la diferencia.
Matsuo Basho emprendió en 1689 el cuarto de sus cinco viajes
poéticos espirituales por las poco transitadas tierras al norte de Tokio. Dos
mil kilómetros a pie que inmortalizó con el nombre de "Senda hacia tierras
hondas". A Basho cada paisaje le hacía acordar de algún poema y luego de la
evocación, el recuerdo le propulsaba a escribir su propio poema. Las palabras
de un poeta están llenas de imágenes y palabras no dichas, y el alcance de esas
palabras nos moviliza según el momento del viaje. Porque viajar es volver a
mirar al pasar por segunda vez. Viajar es renovar la perspectiva, viajar es
contemplar otro punto de vista de lo visto.
Todos los años planifico un viaje para estas fechas. El
recuerdo de las navidades hacen reavivar las llamas de la nostalgia. El antídoto
es seguir viajando. Con poco, algo de ropa de abrigo porque ahora vivo donde
las navidades son más frescas. Pero poco abrigo y algo de tecnología para el
viaje. Hay un momento del día en que se acerca la noche buena, que la tarjeta
de larga distancia y un teléfono público o la conexión de internet que te
permite conectar con skype esos rostros y voces, que por más que uno viaje y se
nutra de experiencias, son los rasgos más hermosos que uno siempre recuerda. "Feliz
navidad papá, feliz navidad mamá, feliz navidad familia", y la mente que
seguirá viajando. Entre festejo y festejo de los diversos continentes, tenemos
cuatro horas de diferencia que nos permite seguir viajando.
Para viajar, algunos necesitan tener un destino en mente,
otros solo la excusa que sea un viaje a aquel lugar que no se sabe donde se
viaja. Viajando uno comprueba que aprende más de la vida, viajando se aprende a
ser extranjero, viajando no recordamos que estamos de paso. Viajar es dejar de
usar el idioma propio, viajar es pensar como se dice en otro idioma lo más
elemental. Dudar al hablar en un viaje te ayuda a comprender que no todo es
ansiedad, que existen muchos seres dispuestos a escuchar tus silencios, a
calmar tus gestos, a comprender que te quieres comunicar.
Hace años escribí un mal libro de cuentos. Lo llamé "El
dueño de tu camino". Sin darme cuenta estaba escribiendo las páginas de un
viaje extenso, que me enriqueció, que me ayudó a razonar con pluralidad, que me
privó de mucho pero me regaló de tanto más. En estas fiestas me encontré con el
estado de ánimo de un hombre cansado. Esta mañana no preparé el bolso, me quedé
en casa. Preparé dos actividades para la universidad, me acerqué al supermercado
para darme el gusto de un par de turrones blandos y un pate que me permitan
encender el brillo de unas fiestas que parece que no logro sentir. Decidí no
viajar, me quedo en casa para sacar en limpio la autocrítica. Estoy escribiendo
sobre un viaje, quizás el más enriquecedor: el viaje interior que me permita
conocer la nueva destinación escogida...
Callejón sin salida
Ya sé que no hay salida,
pero dejad que siga por aquí.
No me pidáis que vuelva.
Se han clavado mis ojos y mi
carne,
y no puedo volver.
Y no quiero volver.
Ya no me gritéis más que no hay
salida
creyendo que no oigo,
que no entiendo.
Vuestras voces tropiezan en mi costra
y se caen como cáscaras
y las piso al andar.
Avanzo alegre y sola
en la exacta mañana
por el camino mío que he
encontrado
aunque no haya salida.
Carmen Martín Gaite.
No hay comentarios:
Publicar un comentario