“En
tu lucha contra el resto del mundo te aconsejo que te pongas del lado del resto
del mundo”.
Frank
Kafka
Quiso
destruir la mayoría de sus escritos. Pidió que se respetara su decisión de que
sus obras no vieran nunca la luz del sol tras su muerte. Vivió en un sistema
injusto cuya única función era la de perpetuarse. Como a él, la vida también se
perpetuó en un sistema que más que vivir lo que hace es que suframos en vida. Su
estilo literario se convirtió más que en estilo en la representación de como
vivimos las situaciones dramáticas o frustrantes. Frank Kafka traspasó su
literatura al lenguaje cotidiano, de ahí que la RAE acepte la palabra kafkiano
dentro de sus contenidos:
1. adj. Perteneciente o relativo a Franz
Kafka, escritor checo o a su obra. Las novelas kafkianas.
2. adj. Que tiene rasgos característicos
de la obra de Kafka. Una visión del mundo muy kafkiana.
3. adj. Dicho de una situación: Absurda,
angustiosa.
Escribir es tirar, es decir, acertar
con el adjetivo indicado. En un texto la forma es lo que más perdura, y un buen
adjetivar -luego de observar atentamente y elegir con esmero el término
adecuado- nos aleja del lenguaje corriente y nos puede aproximar a definir uno
bien propio. El objetivo de un gran escritor es no temer al adjetivo, para eso
uno debe manejar el arte de saber emplear las palabras y al mismo tiempo,
prescindir de ellas. En la historia de la literatura hay más de un caso de
escritores o profesionales que dejaron de ser sustantivos y un buen día se
convirtieron en adjetivos: visión dantesca, duda cartesiana, tiempo proustiano,
actitud quijotesca, inconsciente freudiano, capitalismo darwiniano, banquete
pantagruélico, gesta homérica o
situación kafkiana, entre otras.
Una situación kafkiana es una
situación absurda que a la larga es angustiante por el hecho de dilatar algo
sencillo, hasta un punto de que termine siendo anecdótico porque se sale de
quicio, de la norma, generando azoramiento y desorientación. No se si cuando se
dice kafkiano la gente lo relaciona con Frank Kafka, puede darse el caso que el
adjetivo traspasó al sustantivo, y que Kafka no solo inmortalizó a Gregor
Samsa, K (así llamado el personaje principal de El castillo) o Josef K (en El
proceso) sino que el perfume burócrata de sus personajes emblemáticos
trascendió fronteras pasando a definir en el lenguaje cotidiano lo
innecesariamente complicado y frustrante experiencia que nos acerca a todo
laberinto de la burocracia. Casi todo el mundo puede utilizar la expresión kafkiana
aun cuando nunca hayan leído a Kafka.
Frank Kafka ha sido un autor
vanguardista que lamentablemente se ha eternizado por no poder entrever soluciones
en esta sociedad moderna. Tal vez por eso, muchos asociemos al escritor checo
con la frustración. “Lo bueno es en cierto sentido desesperante”, escribió en
uno de sus aforismos. Si algo destaca en la pluma de Kafka son las situaciones
asfixiantes y la expresión como ningún otro logró plasmar de las ansiedades y
alienación del hombre en un mundo tan injusto. Si el mundo es injusto y
complejo, la obra de Kafka nos recuerda en todo momento que es producto de
nuestro propio accionar. La solución podría ser mejorar todos un poco, vencer
esa metamorfosis que nos hace tan insatisfechos, dominados y miedosos. Gregor
Samsa al despertar y verse convertido en una especie de cucaracha,
fundamentalmente teme por no poder ir de ese modo a trabajar, única fuente de sustento
para sus padres y hermana, pero a su vez por una particularidad de su carácter,
la sumisión. La metamorfosis -o más precisamente “La transformación” según la
traducción del alemán- puede ser una metáfora que estará basada en ese componente
burocrático que siempre acompañó su trabajo de empleado vinculado a los seguros
(ocho o nueve horas diarias, seis días a la semana).
Por eso Kafka más que un escritor es
un concepto, un emblema. Escribió sin parar pero sin orden y con mucha rebeldía,
para apenas publicar alguna obra en vida, y se inmortalizó a partir del
descubrimiento de su muerte, a través de sus obras. Con sus razonamientos había
logrado darle palabras contundentes a la asfixiante burocracia y lo hizo a
través de una obra de muy largo aliento. Pero la situación fue de antemano
kafkiana porque mientras vivió jamás fue reconocido -en su verdadera dimensión
ya que si se valoraba un talento siempre en ciernes- y fue considerado uno de
los más grandes escritores de todas las épocas de manera póstuma. Al no poder
llegar a volverse algo diferente a la esencia humana, se replanteó
permanentemente los conceptos de corporalidad y de realidad. La dicotomía de la
obra del escritor checo lo hizo kafkiano ya que al adelantarse a su tiempo
empírico, no pudo más que expresar -brillante e irónicamente- el pobre papel
que nos reserva este mundo.
El mundo complejo que nos recuerda en
todo momento Kafka está diseñado a través de la injusticia basado en reglas
desconocidas que apenas se conoce al jugar el juego de la vida. “Una jaula salió
en busca de su pájaro” es uno de los tantos aforismos que Kafka aceleró a
escribir cuando los detalles de su enfermedad presagiaban la muerte. Todos
tenemos una jaula donde estar atrapados, tal vez sean pocos los que dispongan
de ese pájaro creativo que por un lado de la tranquilidad del hacer pensante
pero por el otro oprima aún más que el sistema, porque la capacidad de
desarrollar un talento tan kafkiano lo que tantas veces logra no es
precisamente la inmortalidad, sino el sufrimiento de por vida…
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