"El sentido de escribir es la búsqueda del sentido de la
existencia humana" Rosa Montero.
¿Qué debe escribir para que se
considere uno escritor?, si la respuesta es narrativa, poesía o teatro, se
puede incluir a pocas personas como creadores o creadoras. Para algunos, la
publicación es el momento que te define. Pero, otra pregunta, ¿es justa esa
valoración? Despierta dudas injustas sobre aquel o aquella joven que participa
con esfuerzo y dedicación en talleres literarios salteados o cuestiona
filosóficamente en sus bitácoras digitales o a papel los hábitos de vida, que
no le pertenezca en un punto la palabra creador entre sus atributos. En la era
digital 2.0 cualquier ignoto puede sentirse creador, componer y compartir sus
octavillas. Tal vez creador sea en aquel momento irrecuperable donde uno ya no
puede vivir sin escribir aunque sea otra invisible entrada.
Convertirse en escritor debe ser lo
más parecido a sentirse uno adulto. Es el proceso de crecer, es un momento
difuso del pasado que se ha vuelto hábito. No vivo de lo que escribo pero creo
que sobrevivo gracias a la escritura. Si lo que tengo es un don, tal vez al
mismo tiempo tenga ese látigo que flagela intentando dominar o perfeccionar el
talento. Lo del don y el látigo era de Truman Capote, quien desde los ocho años
fue un creador consciente de moldear un talento. En mi caso, no puedo recordar
como fue, seguro a través de la lectura. Hasta que un día mi ego se cansó de
leer a otros y pensó, con una vanidad irreverente, que era mi momento de
comunicar. Truman Capote adquirió la calidad superior, el que suscribe sin
embargo, transita por las letras como aquel afiebrado que alterna altas y bajas
temperaturas, pero no termina de salir del proceso vírico y recae eternamente.
Nunca escribí de pequeño, salvo las
obligadas redacciones del colegio. No utilicé nunca el látigo para dividir mis
pensamientos en párrafos, para afilar mi puntuación, para trepar al altar de la
técnica, para alimentar la imaginación con historias o argumentos o para
mejorar los diálogos. Tal vez por eso hablaba poco o no hacía preguntas. No
usaba el látigo porque no era agresivo y tal vez lo demostraba con el más
sincero de los gestos de recogimiento, el de bajar la vista para leer un libro
entre las manos. Si hablaba poco, nada provenía de la literatura, supe esconder
el talento hasta muy pasada la adolescencia. No era el estereotipo del
intelectual que se preguntaba todo o contestaba las dudas existenciales de sus
seres cercanos. Mi vida no dejaba constancia, si mucho cariño a mi paso.
Cuidaban tanto de mi timidez, que mas de una vez y sin ellos saber que me
refugiaba en la lectura como aislamiento, he sentido esa contenida frase
“déjenlo que está leyendo!”.
No puedo precisar si tengo voz de
narrador. Mi madre dice que sí, que se suele transportar cuando cuento las
cosas. No lo noto, lamentablemente. Solo se que dejo que las cosas vayan
saliendo. Lamento no escribir sobre personajes de ficción, recuerdo que era
estimulante calcularlo todo, las diferentes voces, las variadas formas de vida
que pueden adquirir los personajes de ficción. Me da la sensación de que en mi
caso, la vida y mi obra parecen ser la misma cosa. Estoy metido allí, me doy
cuenta por detalles, pero válgame Dios, no aparezco. A pesar de eso, me siento
creativo, me siento un creador. Mi escritura puede ser anodina, no creo que
insulsa, pero se que no tiene vértigo. Tal vez, es acorde de que mi vida tiene
lo de tantos otros de interesante. Pero no queda duda de que he descubierto
tantas cosas a través de la escritura, se notan los cambios que he
experimentado a lo largo de mi vida. Es tanta la progresión que a veces siento
que he logrado una perfección, la de ocultarme en lo que escribo.
En estos tiempos sé que no escribo
ficción, solo me acerco al blog para desmenuzar mi realidad. Antes creía que
pretendía llegar a la verdad a través de la escritura, por eso una respuesta me
despertaba nuevos interrogantes. Ahora creo que las respuestas son difusas o
confusas y trato de adaptarlas a la realidad, que modificamos a diario con lo
absurda práctica de lo que llamamos vida. Un día coinciden con mis textos,
habrá otros donde se me despotrique. Eso parece ser la realidad, la
interpretación mental de un mundo físico. Tal vez un sueño, a diario más una
pesadilla. Sobre eso escribo, reniego de la ficción porque temo no estar a la
altura. No se porque creo que inventar personajes sea más difícil que
trascender la realidad, lo variado que parece ser el prisma de la verdad.
Nunca me detuve un trece de junio a
mencionar que en Argentina era el día del escritor. Leopoldo Lugones se suicidó
en 1938 y la Sociedad Argentina de Escritores homenajeó su fecha de nacimiento
instituyendo el día del escritor. Es la primera vez que me detengo en esa fecha,
me he obligado a adelantar esta entrega al mismo día. Lugones, dicen, se
suicidó ante el desencanto de la política argentina, una relación amorosa que
no terminó bien, y un cuadro depresivo. Literariamente, fue junto a Rubén
Darío, exponente del modernismo hispanoamericano. En ese día me pregunto si en
verdad, escribir es dejar de ser escritor.
Me ato con rigor a las palabras, me
queman y me ennoblecen. En eso soy una garantía, me avala mi voz y se
otorgarles el valor real de lo que juntas, pueden o no construir. Escribir es
una técnica que se adquiere, tal vez no logre nunca trascender como aquellos
que me encandilaron el trayecto, y eso a veces me entristece. No se el motivo,
tal vez la ingenuidad de pensar que en este oscuro túnel sin final, me espera
el reconocimiento, la satisfacción o apenas la tranquilidad de lograrlo. Porque
hoy me toca pensar en esta realidad: no consigo la fama o el ser considerado un
escritor, solo ambiciono el escribir y a través de este blog, llevo siete temporadas
revolviendo la realidad y comprendiendo lo más difícil de digerir: un escritor
es un creador que nace tantas veces condenado a caer bastante más debajo de su
meta. Comencé con el firme convencimiento de saber la diferencia entre escribir
bien y escribir mal. Lo que no se, verdaderamente, es lo que se debe hacer para
crear arte y no morir en el intento, sino en el delicioso tipeo que me aleja
del dolor, aun sabiendo que crear no es un remedio, sino un maldito veneno…
Y sin embargo muchos esperamos semana a semana, tus palabras, tus frases, tus párrafos, tus textos... Nos conformamos con tu blog, pero nos dejas con las ganas.
ResponderEliminarPerdón, perdón. Hay dos momentos en el año que debo preparar los examenes de la UNED y ya estoy viejo para tener energía para todo. Por eso no escribo, pero una vez finalizado comienza la maquinaria y en una semana puede darse que escriba cinco semanas seguidas y por la magia de poder editarlo, lo ubique en esos meses de mutismo absoluto. Gracias por el comentario....
Eliminar