“Podrá no haber poetas, pero siempre
habrá poesía”.
Gustavo Adolfo Bécquer
Tal vez sea la creación máxima
realizada por el hombre. De tan suprema ha logrado transformar la realidad.
Todo lo que está puesto en la naturaleza se encierra en el valor que da apenas
un nombre. El lenguaje nos da el poder de controlar todo lo nombrado por
nosotros. Cuando nombramos algo, ya conocemos ese algo solo por el nombre, tal
vez sin haberlo visto nunca. Se nombran cosas que ya no podrán dejar de existir,
aunque nunca nos topemos con ella. Eso es no solo gracias al lenguaje, sino a
la literatura y a la poesía, género que se especializa en hacer eterna la vida del
lenguaje, ya que existirá mientras que nuestra mente, boca y alma los sigan
mencionando.
El latín poesis significa algo así
como materializar pensamientos. Todo lo que se menciona con palabras entra de
inmediato en nuestra imaginación y en el acervo. Es la única posibilidad que
tenemos de ser dioses, a cada palabra nueva pronunciada podemos generar un
nuevo aliento más a la estética. La diferencia con la narrativa o prosa no es
solo que el verso no se corta al terminar un renglón sino en las pausas en que
se necesita descansar, como así también con una poesía creemos conocer íntimamente
a un poeta, porque se entiende que una poesía llega a lo más intimo de la
realidad. Esto puede ser una fake news más, lamentablemente.
La poesía es un arte sobreviviente de
los siglos. No importa otorgarles un verdadero sentido a los decires, lo que
basta es la emoción que te puede generar en el momento de escucharlos. El uso
de la inspiración poética es tan fuerte que hay países que se asocian de
inmediato por sus poetas, tal los casos de Federico García Lorca, Gustavo
Adolfo Bécquer, Rubén Darío, Octavio Paz, Antonio Machado, Arthur Rimbaud, Alfonsina
Storni, Fernando Pessoa, Mario Benedetti, William Shakespeare, César Vallejo,
José Martí, Gabriela Mistral o Pablo Neruda, entre otros. Las poesías tantas
veces escritas para aplacar las tormentas del alma lo que tratan es cambiar la
vida buscando la excelsa unión con el arte. La poesía nunca pierde la juventud,
aunque saltee en nuestra evolución de la etapa de joven a maduro.
Y como todo hoy parece tener su fecha,
la UNESCO determinó que el 21 de marzo es el día mundial de la Poesía. Y lleva ya
veinte primaveras -u otoños, depende de donde lo leas-, tratando de que
recordemos una de las artes más valoradas, pero tal vez más olvidadas. Si dejamos
de leer en general, corremos el riesgo de perder la imaginación o entablar un dialogo
con el mundo. La poesía reúne todos los momentos que contengan una emoción, se
puede trovar sobre el éxtasis como también sobre la desesperación. Por eso en
Europa, el 21/3 se conoce también como el puntapié de la “Primavera de los poetas”,
porque como en el renacer de la naturaleza, la poesía se regenera en este mes
floral.
Como acto de civilización extrema
donde toda persona importa -y parece que nos vamos olvidando lentamente, lo que
lleva hacia el concepto verdadero de la palabra matanza- hay una predica que da
utilidad a la poesía que se debe recordar para seguir humanizándonos: Funeral
solitario. Esto sucede en varias ciudades holandesas, sobre todo en Ámsterdam,
donde al año mueren aproximadamente quince a veinte personas solas. Solas en el
concepto más cruel, donde nadie se percata de su desaparición ni se hace cargo
del entierro. Un funcionario del ayuntamiento de Ámsterdam, de apellido Frits,
se encarga de los gastos de estos entierros, de comprar flores y ordenar la
ejecución de tres piezas de música clásica para un funeral breve en alguna capilla
disponible. Hasta que un día le parecen gestos insuficientes para honrar el
ultimo acto de una existencia, y comenzó a acudir a los funerales, para que al
menos haya una presencia, la suya. Si hasta parece un personaje del hermoso
José Saramago.
Y apareció un poeta, de nombre Frank
Starik, que al descubrir esta hermosa costumbre del señor Frits, le agregó la
impronta de la mas bella de las expresiones artísticas: la poesía. Starik cree encontrar
dos maneras de hacer justicia, con la persona fallecida y con la utilidad de
sus poemas. Costó convencer al señor Frits, pero finalmente, en cada ceremonia
el poeta cita un poema en honor de la persona sola. De esta manera se rompe el
silencio de aquel que muere en soledad como un regalo de humanidad que aporta
dignidad a la última cita.
Hoy son más de treinta poetas que se
suman a esta cita. La poesía sobrevive porque tiene un propósito comunitario
que es escribir un texto de despedida a la vida. La idea de que todos somos
iguales ante la muerte es una metáfora que sabemos pero que no profesamos, victimas
de la frivolidad de lo aparente, de lo que en realidad no importa, de vivir en clases sociales que en realidad snobizan y no dignifican, de la velocidad
artificial, de lo que no se puede acumular una vez muerto. No es fácil en esta sociedad egoísta que los contribuyentes quieran pagar este servicio. Pero no se concibe que una
persona no tenga a nadie que le hable, que lo acompañe una vez muerta, que temple la frialdad del cuerpo y del momento. Será por
eso por lo que se me dio por escribir sobre el día mundial de la poesía, tal vez
porque tengo aún fresco el recuerdo de mi madrina, quien murió el pasado mes de
febrero. No pude estar para despedirla, pero desde ese día habita casi a diario
en mi volátil imaginación, en mi bitácora de recuerdos y algún día le tendré que regalar una
última o primera poesía…
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