“Un instrumento de poco costo, y no más grande que un reloj,
permitirá a su portador escuchar en cualquier parte, ya sea en el mar o en la
tierra, música, canciones o un discurso de un líder político, dictado en
cualquier otro sitio distante. Del mismo modo, cualquier dibujo o impresión
podrá ser transferida de un lugar a otro”.
Frase de Nikola Tesla, a principios del siglo XX.
Belgrado es la tercera capital más
grande del sureste de Europa, detrás de Estambul y Atenas. La historia confirma que ha sido conquistada
y reconquistada en más o menos, ochenta ocasiones; destruida en cuarenta
oportunidades, durante sus dos mil trescientos años de historia. Fue el centro
del poder de la antigua Yugoslavia y uno de los objetivos bélicos más deseados,
debido a su privilegiada situación entre los imperios otomanos y austrohúngaro.
Bañada por el Danubio y por el Sava, tiene un inconfundible estilo de
austeridad soviética. En sus puestos callejeros abundan las referencias
soviéticas, como así también la de un rostro que magnetiza, que está presente
en camisetas, billetes o referencias culturales. Se trata de un personaje
desconocido para otras nacionalidades, pero esencial en la vida de todos los
seres humanos, y parte activa en el recuerdo serbio y croata. David Bowie lo
interpretó en el film “El truco final” y existe un coche electrónico que fue récord
de ventas, y lleva su nombre. Nikola Tesla te observa con su imagen cautivante
de científico bohemio desde el billete tan azul lavado de cien dinares, algo
así como ochenta centavos de euro.
Un recuerdo nimio me sobrevuela de mi
estadía en Belgrado. No tiene que ver con la estructura de la ciudad, lo
enigmático de su lengua, la supuesta latinidad de sus habitantes, o el encanto
de calles empedradas o de las caminatas alrededor del Danubio. El recuerdo que
me llamó la atención es el poco uso de monedas en los espacios públicos. El
billete está siempre dispuesto a cubrir todo tipo de gastos, es de los pocos
países donde no me han sobrado monedas para coleccionar o mostrar a los amigos.
Los dinares serbios van desde los 10 hasta los 5.000, mientras que las paras
son denominadas para la subdivisión en monedas, destacando que un dinar
equivale a cien paras. El diseño de los dinares llama la atención, tanto por su
tamaño como por sus colores o gramaje, como si aún se comercializaran en un
imperio. Y repito, en lo primero que uno repara es en el billete de cien
dinares, el de un misterioso Nikola Tesla.
Es que Tesla fue un personaje tan
enigmático, que muchos lo asocian con el futuro más que con el pasado. Entre
sus más de setecientos inventos destacan el sistema de producción y
distribución de la energía eléctrica, los motores de la mayoría de los
electrodomésticos, el control remoto o la comunicación por ondas. Fue parte
fundamental en la llamada “guerra de las corrientes”, donde su rival más
enconado fue Tomás Edison -para el que trabajo a su llegada a los EE.UU- En una
batalla permanente, el triunfo pareció decantarse por el científico serbio,
nacido en Smiljan, que en aquel entonces -1856- pertenecía al imperio
Austro-húngaro. Tras alumbrar en 1883 la Feria Colombina de Chicago, se hizo
con la construcción de la central eléctrica del Niágara. Y luego continuó su
frondosa línea de investigación con la transmisión inalámbricas de señales y
energía, creando el primer radiotransmisor de la historia. Y luego, el prototipo de un
aeroplano de despegue y aterrizaje vertical, más tarde replicó los movimientos
peristálticos que mueven el alimento por el tubo digestivo, diseñó el motor
polifásico de inducción y propició la bobina de Tesla, lo que hoy se conoce
como Witricity.
Tesla es considerado uno de esos
genios que, por alguna extraña razón, nos es desconocido para buena parte de
los mortales. Guillermo Marconi intentó patentar sin éxito, parte de sus hallazgos.
El motivo: piezas de sus patentes provenían de Tesla, por lo cual, algunas
invenciones de Marconi fueron consideradas copias. El litigio fue resuelto
recién en 1943 (los dos inventores ya habían muerto) cuando la Corte Suprema de
Justicia falló a favor de Tesla. A pesar de todo, si preguntamos por Tesla o
por Marconi, todos conocerán a este último y ninguno pondrá en cuestión su
autoría en la invención de la radio, a pesar de que empleó diecisiete patentes
de Tesla para concebir su aparato. En el segundo episodio de la cuarta
temporada de la serie “House”, se distingue al comienzo de la emisión y como un
escrito en el pizarrón que está detrás del Doctor Gregory House, la frase “A
Tesla lo robaron”, como uno de los tantos mensajes reivindicativos que le
homenajearon al serbio.
Vinculado a la literatura mundial, fue
un escritor de poesía y tuvo una entrañable amistad con Mark Twain, producto de
la mutua admiración. Una amistad entre personalidades tan distintas, que llevó
a Katherine Krumme a definirlos como “rayo y trueno”. Tesla vínculo su amistad
con Twain a un momento de su vida, cuando muy enfermo y casi desahuciado, se
recuperó mágicamente a través de la lectura de los primeros textos de Twain.
“Fue milagroso”, dijo el científico. El escritor por otro lado, consideró
siempre de avanzada los estudios llevados a cabo por Tesla. En un cuaderno de
notas, Twain destacó de Tesla, que la corriente alterna revolucionaria el
mercado eléctrico mundial. Se sospecha que algunos personajes de la literatura
de Twain estuvieron motivados en la imagen de Tesla. En el tiempo, Tesla
inspiró a autores consagrados, los casos de Paul Auster en “El palacio de la
luna”, Jean Echenoz en “Relámpagos” o Robert Pynchon en “Contraluz”.
Regresando a Serbia, el recorrido por
sus calles mantiene la vieja esencia de la antigua Yugoslavia. Rodeado por
parques, por un lado, y el Danubio con sus barcazas restaurantes y sus puentes
por el otro, mantiene una funcionalidad que le asemeja al estilo soviético. En
sus avenidas alterna los coches modernos con la catenaria y los raíles que
comparten trolebuses y tranvías. La mayoría de las indicaciones están escritas
en cirílico y para todos los que la visitan de los diferentes puntos del mundo,
mantiene un viejo esplendor que se combina con una austeridad contrastada. Apenas
alejado del centro que propone la coqueta peatonal de la calle Skadarlija, nos
encontramos con lo majestuoso de la iglesia ortodoxa más grande de Europa: San
Sava, que se sigue construyendo gracias a las donaciones recibidas.
Es de mencionar también la importancia
que mantiene en la ciudad, el parque Kalemegdan y la antigua fortaleza de
Belgrado, ideal para caminar en una mañana de sábado. Y para cuando cae el sol,
caminar por la orilla del Danubio hasta acceder al barrio pesquero de Zenum. La
sucesión de casas con tejados puntiagudos, tentadores restaurantes y calles de
empedrado, recrean la variedad cultural de la capital serbia, que recuerda que
en ese barrio la influencia de la monarquía de los Habsburgo ha dejado intacto
su luz y encanto. Una visita de un par de días a Serbia nos deja la sensación
de estar observando una austera transformación de una ciudad que ha sido
majestuosa a través de los tiempos y que su última inspiración militar pudo
haber sido la del Mariscal Tito. Y una mención deportiva: Serbia parece ser una
de las pocas ciudades donde el viejo esplendor de Diego Maradona parece
soportar firme el tirón mediático y futbolístico que propicia Lionel Messi hace más
de una década.
Al llegar a Zagreb, en Croacia, la
increíble comprobación que Tesla es motivo de disputa eterna entre las dos
ciudades, que pretenden adueñarse de su figura a través de su nacionalidad u
origen familiar. La concordia o indiferencia que se trasmite del pasar de una
ciudad a otra, hace que uno se sorprenda de pensar que el final del milenio
pasado nos deparó la trágica sensación de que la antigua Yugoslavia se
fraccionaba a manera de partículas antagónicas e irreconciliables. El polo
magnético entre ambas culturas parece claro, será posible a la energía de
Tesla, aquel inventor que revolucionó al mundo el siglo pasado, y recientemente
está adquiriendo su merecido status que entre el mito y el merchandising, parece
convertir al genio en una cultura teslamaníaca similar al arte pop…
“En realidad no me preocupa que
quieran robar mis ideas; me preocupa que ellos no las tengan”.
Nikola Tesla – 1856-1943
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