“No existe nada bueno ni malo; es el
pensamiento humano el que lo hace aparecer así”.
William Shakespeare
En algunos temas, la modernidad y
soltura que transitan los jóvenes parece ser, pura apariencia. A pesar de estar
rodeados de todo tipo de información, y disponer con un solo clic de contacto
en el navegador de la búsqueda deseada, prima el desconocimiento porque hay
asuntos que siguen siendo tabú, hoy y trescientos años atrás. Sólo a través de
wasap circulan infinidad de videos con contenido sexual, que caen en manos de
adolescentes y niños que, a pesar de observarlos un sinfín de oportunidades y
hacerlos circular entre sus íntimos entre comentarios y risas, en el fondo
siguen desconociendo la practica original que da vida a todo nuestro engranaje.
Las últimas generaciones han superado,
en parte, el denostado concepto de “sexo sin amor”. Desde la aparición del
cristianismo, hemos sido atrapados por el concepto de pareja heterosexual y
matrimonio como avales de llevar a cabo un acto sexual, con la enorme
responsabilidad de encarar una actividad donde el goce o placer no estuvieran
contemplados más que en la secreta intimidad, y el único resultado posible de
un acto sexual fuera una función meramente reproductiva. La convivencia con el
concepto “pecado” ha refrenado a millares de almas, y a otras, les ha impulsado
a desarrollar actividades clandestinas y “promiscuas”, por lo que el secretismo
siempre estuvo presente en todo lo referido a la palabra sexo. Y de este modo,
se han conocido perversiones y actos infames que nos obligarían a pensar si el
ser humano es lo bueno y lo malo, en determinadas circunstancias.
Pero el desarrollo actual de ese “sexo
sin amor” ha abierto otros frentes que invitan a suponer que, a pesar de
liberarse de las oscuras consignas religiosas o familiares, el posible libertinaje
tantas veces demostrado por parte de las sociedades modernas, hacen suponer que
el término medio no ha sido hallado, y se lo debería buscar con insistencia. El
miedo sigue siendo un arma determinante a la hora de encarar una sana y
confiable actividad sexual. Quizás el temor actúe como necesario freno a la
indulgencia o desinhibición que no contempla consecuencias. Pero es indudable
que -y tener en cuenta que en cuestión de sexo es sólo opiniones o ideas
personales y no generales- que muchas generaciones se han desarrollado de
manera limitada, quedando su evolución estancada por la falta de información,
por el desconocimiento y por los peligrosos formalismos sociales, que tanto se
trasgreden.
Educación sexual es un concepto solo
vinculado con el proceso de desarrollo de un adolescente, pero debería ser
indispensable también para los adultos. Alguien ha dicho que existen tantas
sexualidades como personas, por lo que la sexualidad se ha de vivir de diversas
maneras. Resulta difícil aceptar otras tendencias o incorporar nuevas
vivencias, hasta resulta complicado sentarse a escribir sobre esto, sin que se
encuadre dentro de lo pornográfico o demasiado íntimo, por lo tanto, libertino
como el Marqués de Sade. Somos seres sexuados, con la peligrosa realidad que la
activación del sexo pasa, tantas veces, por el cerebro, y tantas otras, por la
simple pulsión genital. Sin conocimientos y sin soltura, ambas posibilidades
pueden dar forma a peligros y preocupaciones, y en sociedades fragmentadas,
estamos viendo el cotidiano desarrollo de todo tipo de perversiones,
humillaciones o actos delictivos, que duelen y esperan una pronta reacción,
para salir de la peor condición animal que a veces nos regula.
Masturbación, erotismo, sexo oral o
anal, felación, anticonceptivos, clítoris, punto G, anorgasmia, vaginismo,
limpieza genital o fantasías y juguetes sexuales, parecen términos que más que
aclarar, nos ensombrecen. En cuestión de estos aprendizajes, internet, la
publicidad, revistas o videos, como la implementación del “porno” y los
delirios de grandeza de las amistades, se constituyen como guías o secretas
maneras de consulta. La educación sexual se ha basado siempre en esquemas de
textos, dibujos animados, o frutas y hortalizas para explicar, por ejemplo, el
uso de preservativos, obviando supongo que, por incomodidad, las imágenes de un
pene o vagina, tal como son. Hoy se comienzan a utilizar imágenes o formas
reales, pero sigue dominando la falta de profundidad para tratar el tema
sexual. Y por parte de los padres, los jóvenes continúan recibiendo una ambigua
información que contradice la buena formación sexual, de un diálogo sereno y
abierto.
Nos sigue gobernando el pudor, tanto
para preguntar como para transmitir. Para romper un tabú, resulta esencial
hablar del tabú. Trescientos millones de mujeres y niñas tienen mensualmente un
período biológico denominado menstruación. A pesar de la cotidianeidad del
proceso, este proceso continúa envuelto en un secretismo o superchería que
alarma por los estigmas que genera. El avance comparado con un siglo o cinco
décadas atrás es evidente, para muchos no es considerado de mal gusto hablar públicamente
de esos días, pero aún existe una parte importante de la población que no
encuentra el momento como oportuno o moral para hablar de ciertas cosas. Hay
niñas que no saben aún parte importante de ese ciclo mensual, lo mismo les
sucede a los hombres con relación a ese tema con sus parejas o amistades
femeninas, lo que mueve tantas veces a que tal desconocimiento genere graves
repercusiones en sus destinos.
Como todo lo vinculado al sexo
continúa siendo tabú, las nuevas generaciones aprenden del error o sobre ideas
erróneas. Y en un contexto cada vez más hipersexualizado, no resulta difícil hacerse
una idea equivocada de nuestros sexos y sus prácticas. La educación sexual no
se debe limitar a informar del acto sexual, está pendiente abordar los temas
salud, prevención, higiene, ética, relaciones igualitarias, respeto, etc. Los
adultos podemos aportar nuestra experiencia, porque aun no sabiendo todo -por
no decir, que sabemos bien poco-, al reconocer el desconocimiento aportamos
presencia, cercanía, tranquilidad al que íntimamente desconoce casi la
totalidad del tema. A pesar de suponer que los jóvenes se alejan a causa de su
curiosidad sexual, estos adolescentes necesitan de sus allegados la referencia
para moldear su forma adulta.
Es verdad que resulta difícil para los adultos
adaptarse a los tiempos modernos de la sexualidad. Aún pendientes de alcanzar su
propia madurez informativa, se deben topar con los cuestionamientos juveniles,
que incorporan términos tan extraños como pansexual, demisexual, asexual,
intersexual o binario. Estos conceptos generan brechas entre las generaciones,
por lo que la actitud parece ser el único elemento clarificador. Mi abuelo no
conocía lo que pensaba mi padre, este no conocía de lo que yo hablaba y yo hoy,
desconozco el alcance de los nuevos términos de los jóvenes. Igualmente supongo
que de la permanente comunicación sincera y sin prejuicios, surge la posibilidad
de no dejarlos tan solos, como muchos de nosotros nos hemos sentido,
fundamentalmente al comprobar que los que figuraba en los libros de biología
hace treinta años, no nos preparaba para explorarnos internamente y a nuestro
alrededor sin tanto miedo, oscurantismo y supercherías.
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