"Cuando la realidad se vuelve
irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y
soñadores".
Mario Vargas Llosa
Las fechas de exámenes de la facultad
se antojan complicadas. Durante tres semanas intensas peleo con la desmemoria,
con el paso del tiempo que se antoja cada semestre más inflexible. Aquella
naturaleza flexible que me permitía entender lo que estudiaba de inmediato,
mutó en una sensación cruel: lo que leo entiendo, pero la memoria no recuerda lo
leído a los minutos. Así que peno en el ordenador, peno en el metro mientras
leo una vez más el libro en cuestión, hago resúmenes breves para tener al menos
el origen de los temas estudiado, porque se que todavía ora el milagro de mirar
la hoja de examen y recordar con mis palabras las preguntas exigidas, y la
consabida nota aprobatoria. Pero la carrera universitaria elegida por darme un
gusto a esta edad, se está tornando en una molestia que no tenía para nada
contemplada.
Y termino los exámenes e intento
volver a la rutina. Pero cuesta un buen tiempo, diría un par de semanas. Y
entre tanto, la imperiosa necesidad de retomar este blog, ya que no puedo
preparar cuatro asignaturas en enero y cuatro en junio y además entrenar el equipo de fútbol, trabajar o escribir. No por escribir
en sí, sino porque tengo que detenerme en que observar para luego investigar,
para finalmente hacer lo único fácil de este proceso, que es escribir. En los
últimos tiempos he encontrado algunas voces que me alaban mi escritura, pero
creo que nadie se detiene en que la mejor característica es la observación. Esa
particularidad es lo que hace buena mi redacción.
Y me cuesta sentarme a escribir una
entrada luego de los exámenes. Y eso que todos los días me procuro sentir esas
ganas de llenar nuevamente cuatro o cinco folios con la excusa del tema
escogido. Pero hasta que el primer tema se escribe con la ayuda de los dedos de
mi mano (con el paso del tiempo pasaron de diez dedos a seis, no se porque)
creo que no volveré a escribir más. Y sería una pena, porque me gusta escribir,
me gusta observar, aunque mi bitácora llamada deltreceenadelante sea un diario
íntimo con algunos pocos lectores. Tendré que investigar el porqué de esa
temida sensación que a causa de un mes sin escribir seguido, puedo dejar de
lado esta agradable rutina que lleva casi cuatro años.
Entonces me siento frente al ordenador
y reviso los temas posibles. La post verdad está ahí aguardando su salida hace
rato, aun antes de la infame presencia de Trump en un sillón presidencial. El
tema de los teléfonos móviles está latente como si hubiera puesto la alarma
para recordarlo a diario. Me tienta escribir sobre el postureo de las selfies, Instagram
y demás, de aquella sociedad denominada millennials que nos intenta arrastrar a
todos al culto de la frivolidad que enmascare y postergue el vacío que nos
asiste. Pienso en los youtubers de hoy y como razonar que ese éxito de alcances
parece en parte, parte de un fracaso anunciado.
También tengo en gateras escribir
sobre el enorme motor de búsqueda que antoja ser la eterna insatisfacción. Es
un tema algo paradójico, porque parece que uno solo crece si se siente
insatisfecho, como si esa falta de satisfacción no fuera una carencia, sino una
cualidad creativa. También busque información en mis noches de insomnio sobre
uno de los temas más frecuentes en nuestros días, que es el error y la
habitualidad como especie que comete errores. Y lo tengo a George Orwell y su
triste vigencia en estos días, entre otras cosas por su novela 1984 y su
adaptación permanente a cada año calendario vivido. En cinco años se vencen los
derechos de autor de Orwell y todavía andamos sorprendidos por lo adelantado de
su relato en aquel promediar de segunda guerra mundial. Es hilarante visto
desde un punto de vista, pero es lamentable desde otro.
Cuestiones para escribir tengo de sobra.
Porque observar es fácil, y con tanta exposición, el observador está a sus
anchas. Pero me pregunto porque no escribo sobre otras cosas, quizás si me
temática no fuera de cuestionar y más de distraer, sería un exitoso encantador
de webs. Pero supongo que no va conmigo, mi talento es cuestionar seguramente.
Y advertir para después pavonearme con el consabido, yo les dije. Tantas veces
me reproché no ser un escritor cómico, un guionista de comedia. Pero mi escritura
es la que es, y él que se acercó al blog en algún momento de estos cuatro años,
sabe que encontrará más de lo mismo en él, y casi nada de sorpresa. No puedo
valorar si es un mérito o un aparatoso aburrimiento.
Puede ser que en estos tiempos me invada
la tristeza, ¿no les pasa? A mí sí, a diario, semanal o por ciclos de duración
no determinada. Mientras escribo esto que me costará ponerle nombre, estoy
escuchando una vez más la banda de sonido de la película La la land. Y en la noche
de la entrega de los Oscar ni me interesa las quinielas sobre ganadores o
merecimientos, sólo reparo en que esa película me generó algún tipo de brisa en
la cuestión de observar en retrospectiva y su música en sí, más allá de si
responde o no al musical de toda la vida, me calma en estos días donde la
escritura no sale a mi rescate. Tal vez escriba sobre la la land, no sobre una crítica
de cine, sino sobre cosas que observe de ese film, cosas que tiene que ver con
lo que siempre escribo.
Y lo más fácil es escribir estas
carillas donde solo sé que no sé nada. Pero rompo la hoja en blanco y retomo mi
contacto con el blog. Como excepcionalidad, me detendré en esta tercera
carilla. Es la manera de romper con esa tristeza de no tener fuerza para
reanudar, ahora será cuestión inminente de abordar los temas pendientes ya
mencionados y los que vayan apareciendo. Porque hay algo indiscutible, entre la
realidad diaria universal y las cosas que observo mías y de mi entorno, me
ofrecen la indiscutible confirmación que siempre se podrá escribir si se
observa. Y si me da tristeza lo que observo, quizás lo compense el teclear la
última frase de un escrito que no ha de cambiar nada, pero quizás alivie mis
penas con un nuevo regreso…
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