“Escribir es defender la
soledad en que se está; es una
acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento
comunicable, en que, precisamente, por la lejanía de toda cosa concreta se hace
posible un descubrimiento de relaciones entre ellas”.
María
Zambrano Alarcón – Pensadora, ensayista y filósofa española (1904-1991).
Este
blog está llegando a su cuarta temporada y quinto año. Para el que les cuenta a través de la
escritura sus preocupaciones, alegrías, desconciertos, frustraciones o
interrogantes, cree ver un enorme mérito estar cinco años escribiendo en
silencio y soledad, más allá de ocasionales lectores del otro lado de la
conectividad. Un quinquenio pasa rápido, pero no dejan de ser cinco años de tu
vida, cinco años de cambios, de requiebres, de nuevos interrogantes, de
consolidar convicciones, de reconocer incapacidades, de mejorar los
cuestionamientos a través de la escritura. Y en todo este tiempo, siempre habrá
alguien que me consulte porque escribo gratis. De momento me pregunto, ¿si no
me leen masivamente gratis, que me espera si les cobro?
Comunicar parece ser el nuevo
entretenimiento de la gente y la irrupción y ya estabilizada presencia de las
nuevas tecnologías, permiten que se presuma que son la fuente de autorrealización
de las personas. Pero existe un paradigma demasiado fuerte en esta sociedad.
Todos reniegan del capitalismo y el sometimiento que genera, pero todos
relacionan la autorrealización con el triunfo de la recompensa económica. Suena
contradictorio, ¿no? Con cinco años de permanencia en mi bitácora, con cantidad
X o -X de lectores, con casi trescientas entradas escritas y subidas a la red,
la pregunta de algunos es porque no busco el rédito económico en ello. No sé qué
responder, o, mejor dicho, sé que no debo responder. Quizás para no parecer tan
inocente mi respuesta o para no frustrar la libertad de autorrealización que
proponen las TIC (Tecnologías de la información y comunicación).
Los que me preguntan por qué no busco
el rédito económico a tantas horas de escribir sobre la vida misma y mis
dilemas, yo nunca les interrogo porque ven tantas horas la televisión y lo
hacen gratis, miran Facebook cada rato de manera gratuita, van de compras por
compras que no necesitan, pero las pagan, o duermen más de diez horas al día
sin producir rédito económico. Simplemente entiendo que son gustos, son
debilidades, son dependencias o simplemente, es como la gente quiere vivir sus
vidas. Pero al escritor ignoto le preguntan porque escribe gratis, porque no
saca rédito económico al supuesto talento de su pluma. Una de las respuestas
más a mano, es que ya hay muchas cosas escritas, y quizás la gente necesite o
prefiera leer a Belén Esteban o Kim Kardashian, antes que preguntarle con agobio a Vargas
Llosa, Javier Marías, Mario Benedetti o Sandor Marai, porque nos aferramos a
las cosas que nos aferramos.
“Hay mucha gente que no lo entiende
porque es un nuevo modelo, no comprenden por qué personas que bloguean gratis,
o por qué actualizan la Wikipedia sin cobrar; o su muro en Facebook.
Comunicarse es el nuevo entretenimiento de la gente. Es una nueva fuente de
autorrealización”. Esta frase proviene de Arianna Huffington, Presidente de The
Huffington Post Media Group. En una entrevista publicada en el periódico El
País, ella atribuye al concepto desarrollado por las TIC que permiten la triada
de compartir, comunicar y cooperar. Esto lleva a la continua creación de
contenidos, que se instalan en la nube informática que acumula la red, y que,
en mi caso, y metafóricamente hablando, puede venir a representar los viejos
mensajes en las botellas, esos que rara vez se encuentran, salvan vidas, pero
que siguen generando fascinación en las historias de naufragios o marineros.
Retornando a María Zambrano, ella
consideraba que las personas escriben para reconquistar la derrota sufrida
siempre que hemos hablado largamente. En el hablar está la acción de defender
las convicciones inmediatas, pero en el escribir se pierde lo momentáneo, nos
defenderá ante la totalidad de los momentos y circunstancias. Imaginen la cara
de sorpresa que conllevará dentro de cien años, cuando se investigue el ocaso
de los blogs y alguien se tope con mis mil entradas oxidadas y repletas de telarañas
virtuales. Seguro que en ese momento servirá de algo tanta escritura, alguien
quizás estudie porque corno el hombre se hacía tantas preguntas sin respuestas en
aquellos siglos conflictivos. Si fuera esto cierto, ya podría dar por buena la
respuesta de que escribo para eso.
Y quizás solo escribo porque busco mi
gloria personal, secreta y silenciosa. Porque me es más cómodo acumular mensajes
en botellas en la ría que fracasar en un mercado competitivo y donde todo lo
escrito ya es más que suficiente. Y es una gloria vinculada con utilizar
objetivamente las palabras y los pensamientos, no con el concepto que se
bastardeó de gloria, que es el triunfo -mejor si está acompañado de la épica- y
la realización personal vinculado con el poder o la acumulación. La gloria
puede ser considerado por mi parte, con un mínimo poder de comunicación, con el
honor de plasmar una necesidad, que no es descubrimiento mío, sino que es la
continuación de la humanidad en toda su existencia, la de plantear
interrogantes o cuestionamientos, más allá de que tengan o no respuestas.
Hay gente que necesita todo el tiempo
hablar. Tenemos a varios de esos en nuestro entorno. Te madrugan todo el
tiempo, necesitan hablar por hablar, por saciar su ansiedad o por búsqueda de
reconocimiento. No se agotan por hablar, aunque siempre se muestren agotados.
Siguen hablando, aunque se conviertan en prisioneros inmediatos de lo que
hablan y al instante, no saben ni pueden sostener lo expresado. En cambio, yo
siento liberación al terminar un escrito. Lo leo, lo releo y me pregunto tantas
veces como pudo ser que haya escrito lo aquí escrito. En estos cinco años me he
dado cuenta que puedo escribir de forma circular -es decir dar vueltas sobre lo
mismo- pero si está escrito, ha de perdurar. Las palabras se las lleva el
viento, las tipografías resisten los vendavales.
“Hay cosas que no pueden decirse”,
aclaraba María Zambrano. Pero pueden escribirse, necesitan escribirse. Por eso
existen los escritores, por eso siguen apareciendo poetas, aunque nos digan que
la poesía está obsoleta. Zambrano atribuye a la poesía el ser un secreto
hablado. Y el escritor, entonces aprovecha para abandonar momentáneamente la
soledad que le lleva a escribir, a relacionarse algo, como para rebuscar más
fuentes de interrogación, para estudiar otras conductas, para buscar nuevas
historias, para encontrar nuevos proveedores de botellas para seguir poblando
la ría tecnológica.
Dice Zambrano que “un libro que no se
lee es una bomba en potencia”. En mi
criterio, más que una bomba se trata de una granada de mano. De una actividad
cercana a la “guerrilla”, aquel que se encarga del reparto de octavillas. Es la
manera de buscar que toquen mi link, que entren en mi bitácora, que leen del primer
al último párrafo, de no otorgarle facilidades como linkearles quien es y fue María
Zambrano, y que muevan sus fibras íntimas en googlearla por sus propios medios.
Esa es la gloria de pensar en voz baja y escribir con una voz algo más elevada.
Será por todo esto, que no pienso en el rédito económico, soy un improvisado
que se adapta a la tecnología al mismo tiempo que la cuestiona. Soy un escritor
que aconsejaría abandonar Facebook al mismo tiempo que linkeo mi entrada para
que vengan, para que sigan el largo camino de mi ría, para que se acomoden
junto a mi balsa de madera astillada que me permite subsistir mientras dure el
naufragio. Por todo esto escribo “gratis”, quizás porque me cuesta hoy día
descubrir qué precio le debo poner a mi modesta vanidad….
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