viernes, 22 de diciembre de 2023

Será que las cosas no vuelven al mismo lugar, pero igual te espero

Al final de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: “¡No mueras, te amo tanto!” Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

Masa, de César Vallejo


La filosofía es uno de los pilares del pensamiento. Plantea las condiciones básicas de como es y de como deberíamos ser los humanos y el mundo. Nos enseña a pensar y desarrolla nuestra ética. La filosofía corre con ventaja con respecto a la ciencia, ya que está última podemos decir que es de uso reciente. En el medio está la educación, que nutre a ambas doctrinas. Pensar y aprender a descubrir es al mismo tiempo, atributos para la filosofía y ciencia. “La vida no examinada no valía la pena vivirla”, afirmaba Sócrates. Es de sabios conocernos a nosotros mismos. La aceptación es un duro ejercicio diario y el reconocer el propio dolor al formar un colectivo es un aprendizaje del que no se siempre se puede crecer. A veces el dolor o la experiencia vivida no lo permite.


En la literatura es difícil discernir cuando un personaje de ficción tiene una identificación con lo que es el autor. Muchas veces las experiencias vividas no son reflejadas en la escritura y en otras oportunidades, se decide escribir sobre las experiencias para liberarlas y compartirlas. No hay receta para los tiempos. Hay veces que el escritor es como el filósofo o el científico, buscador del sentido propio. Si la literatura no lo es todo, no es nada. Como decía Kafka, la literatura debería darnos no solo una representación total del mundo como así también, una rendición de cuentas del propio interior del escritor. El mundo en su totalidad y la situación en particular del escritor dentro del mundo. De este modo, la literatura debe ser complementaria de la filosofía, la comprehensión -o mas reconocida como comprensión- del hombre -genérico de la persona humana- deja paso a mostrar lo individual con otras palabras y otras perspectivas que la interpretación filosófica. Parece un poco lío explicar este complemento.


En esta dicotomía Jorge Semprún buscó la recuperación de su vida como prisionero en el campo de concentración de Buchenwald -en Weimar- en la música, poesía, arte, en las mujeres, en la política, y mucho tiempo después, en la literatura personal. Primo Levi escogió el camino inmediato, para tener fresco el vocabulario que reflejara lo terrible de su experiencia en un campo de concentración. Semprún necesitaba recobrar primero la vida antes de recobrar la escritura, la mirada del mundo y su mirada se enfrentaban, coexistiendo. Transformado por sus vericuetos distractivos, la sorpresa y el asombro de escribir cincuenta años después -en 1995- “La escritura o la vida” como se apagaron las chimeneas de los hornos crematorios marca para siempre la lectura de las experiencias en un campo de concentración. La experiencia de la propia muerte no se puede vivir, nos incluye a todos, pero apenas podemos vivir la experiencia del que muere en nuestro entorno. El humo de esas chimeneas mostraba una experiencia que no se podía contar desde adentro, pero ese humo constataba que la vida de muchos prisioneros solo escapaba a través de esa chimenea. Semprún se reencuentra con la imagen de si mismo para asumir ese estado absurdo de estar vivos y proyectarnos en un futuro que sea tolerable imaginar el recuerdo de un pasado atroz. Y lo logra, nos lo trasmite.


En un cine italiano de Locarno mientras esperaba la proyección de una película, Semprún reconoce en las imágenes del noticiero una secuencia de campos de concentración, que supone sin reconocer que también incluían a Buchenwald. Al verlas las reconoció solo por haberlas vivido. Lo perturbador para él fue esa diferencia entre lo visto y vivido. Hasta ese momento había evitado imágenes cinematográficas ya que las de su propia memoria, surgían cada tanto de manera perturbadora, como un recorrido anamnésico o un relato de un exorcismo propio. Esas imágenes de su intimidad se volvían ajenas, el silencio del cine objetivaban la pantalla. De esa manera se sustrajeron así los procesos de memorización y de censura propios de Semprún para dejar de ser su bien y su tormento para ser imágenes de una realidad desmedida que ya no alcanzaban con sus propios recuerdos. Todo había sido verdad, no era un sueño. Y debía contarlo.


La filosofía es el hombre planteándose cuestiones acerca de sí mismo. Ese pensamiento contemplativo se pone al descubierto a través de la acción. La paciencia de Semprún le permite discernir el libro sobre la mirada de horror con la que lo juzgaron sus liberadores en Buchenwald. “Has sobrevivido”, no se ha vuelto a ver en un espejo ni se siente responsable por estar vivo, no tuvo la culpa de sobrevivir. Algunos lo han hecho y debía reconstruirse para vivir la plenitud tras esa especie de muerte por estar vivo. De esta manera logra reconstruir un alma muerta, sin escapar de la muerte, la atraviesa. Recorriendo los vaivenes de la memoria para llegar al fondo de algo, tal vez muy oculto, porque tuvo que insistir tanto. El formato del “aparecido” le ha permitido exponer los hechos que sucedieron en el campo de concentración y en su vida posterior. El libro está dominado por otras incrustaciones que son las presencias de otras voces en el texto, imprescindibles para la constitución del relato. César Vallejo, Louis Aragon, Baudelaire, Heidegger, Rafael Alberti, André Malraux, Schelling, Primo Levi, René Char, Hegel, Kafka, Wittgenstein, Brecht o Paul Celan ayudan a la reflexión no solo sobre la estadía en Buchenwald sino sobre la posibilidad de narrar sobre el holocausto. “La escritura o la vida” se centra en el antes, durante y después de Buchenwald, en un recorrido muy duro pero imprescindible. “Así como la escritura liberaba a Primo Levi del pasado, a mí me hundía en la muerte”. Semprún escogió tras la inspiración de Levi liberarse de la muerte recorriéndola de punta a punta…


No poseo nada, salvo mi muerte, mi experiencia de la muerte, para decir mi vida, para expresarla. Tengo que fabricar vida con tanta muerte. Y la mejor manera de conseguirlo es la escritura. Sólo puedo vivir asumiendo esta muerte mediante la escritura, pero la escritura me prohíbe literalmente vivir.”

Jorge Semprún

 




No hay comentarios:

Publicar un comentario