“Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo”.
Mario Benedetti
Como animales de costumbre, un
porcentaje importante de seres humanos intentan que todos los días sean una
repetición del anterior, en el caso que las cosas hubieran salido de forma
rodada. Y con esa misma estrategia rutinaria, si surge un problema la primera
intención será solucionarle con las mismas tácticas que mal o bien, te han dado,
anteriormente, buenos resultados. Repetir procedimientos suelen ser considerado
como una manera inteligente de gestionar tu razonamiento para adaptarlo al
tiempo que conlleva la situación. El problema surge cuando se deben tomar
decisiones nuevas, el cambio obliga a perder el control -aguardando que sea
momentáneo- o la percepción del tiempo, y con el simple movimiento en la mente
tomamos una nueva dimensión del transcurso del tiempo.
En el momento que ingresas en una
dinámica del caos, extrañas con suma nostalgia la gestión anodina de tu tiempo.
El espiral nervioso que predomina durante el conflicto no permite tantas veces
reconducir la situación, donde ella parece tener el control. Es en esos momentos
donde te cuestionas el uso del tiempo, esa manera tan presente de vivir
inmersos en la rueda de la productividad, que también genera, como en el
momento del caos, estrés y otro tipo de enfermedad. Cuando poco a poco recuperas
parte de la dinámica, te juramentas gestionar de otra manera tu existencia en
lo relativo al tiempo personal, pero eso suele durar lo que tarda en aceitarse
nuevamente la rueda.
En la gestión del tiempo personal lo único
que debería primar sería lo importante. Para optar a cumplir una misión es indispensable
obtener una visión del tiempo interior. Uno se preguntará de que se trata, algo
así como la experiencia subjetiva que cada uno de nosotros tenga del tiempo real.
No resulta difícil de graficar, un buen momento parece que dura mucho menos que
uno malo. Mas burdo el ejemplo aún, un partido de futbol dura noventa minutos
más algunos minutos más de tiempo extra. Los futboleros sabrán que un partido
que te viene dado de cara, donde disfrutas una exhibición de tu equipo, el
tiempo parece que vuela; en cambio, cuando tu equipo lo está pasando verdaderamente
mal, por más que mires el reloj a cada instante, los minutos no trascurrirán
tal tu necesidad o deseo. Algo así también nos puede suceder cuando podemos observar
en retrospectiva algunos momentos de nuestras vidas, aquel sinsabor de una época
oscura nos ha parecido eterno y al mismo tiempo un periodo plácido, una exhalación.
Pero dicen que el tiempo es el mismo
siempre. Henri Bergson, filósofo francés y Premio Nobel de Literatura en 1927,
explicaba que el tiempo espacializado era en definitiva, la muerte del tiempo.
Para él el tiempo era un enorme remolino
que devora cualquier diferenciación temporal. Por ende, no podemos
afirmar como afirmamos, que la vida responde a una línea del tiempo. De ahí que
Bergson afirmara que el tiempo no fluye porque se trata de una estructura
anclada e inmóvil. Lo que fluye es el ámbito del yo como una realidad psicológica
complementada por un sentido cronológico y epistémico. Por eso, para encontrar
una explicación a un tema complicado, una pareja puede experimentar que el tiempo
no ha trascurrido rápidamente para uno y todo lo contrario para el otro. Y
estuvieron juntos durante ese intervalo.
Existen diferencias notorias si uno
vive en una ciudad o en un pueblo. La gestión del tiempo será totalmente
distinta, matizada por diferentes prioridades. Tal vez, parte de lo prioritario
para uno no haya sido diagramado por la persona sino por las circunstancias. De
esta manera, aquel oficinista que no puede detenerse al mediodía para almorzar
siquiera un sándwich tantas veces depende del paso de las horas para poder contactar
con otra persona que viva en una provincia a escasas cinco horas de la capital,
pero con una gestión del tiempo totalmente distinta, tal la hora definida para
almorzar en casa, dormir una siesta y retomar la actividad pasadas las cinco de
la tarde. Las dos personas deben permanecer en distintos tipos de espera,
renegando uno del otro. Pero esas horas son las mismas, difiere la intensidad o
agonía de la espera en uno y la gestión tranquila y pausada del otro. La separación
del tiempo entre ciudades puede ser grande e incomprendida por la otra parte.
El tiempo será el mismo siempre, lo
que difiere será nuestra percepción, lo que genera que cada tiempo trascurra
por caminos separados, lo que parece mentira pero es lógico que así suceda. El
tiempo objetivo y el tiempo interior generan un desfase a través de la
experiencia de esa línea de tiempo. Tal vez la manera de concebir o considerar
cada uno al tiempo esté ligado a la manera de pensar o de vivir de cada uno.
Einstein a través de su teoría de la relatividad permitió concluir que cada punto
del espacio pasa a poseer un tiempo personal, por lo que desaparece el concepto
de tiempo absoluto. El tiempo no fluye porque el presente, pasado y futuro no existen
como tal. Solo podemos etiquetar al tiempo en base a las experiencias
transitadas como una cosa que siga a la otra y determine el resultado de otra,
puede ser, tal vez, la clave de una verdadera naturaleza del tiempo. Duele
pensar que el ser humano, que tanta trascendencia creer tener en la existencia,
sea apenas una medida más de tiempo.
El tiempo parece ser un fenómeno local.
Si encaro una conversación por Skype con mis padres, unos estarán atentos al
horario de la merienda mientras que yo, tendré que observar de costado el paso
del tiempo que me obliga a la cena. Cada vez que me comunico con mi país de origen
compruebo que cambio a un nuevo dominio del tiempo, el cual gestiono. Lo mismo
sucede cuando programo una visita a mi gente, al subir al avión en Madrid ya debo
gestionar el cambio de uso, preparándome mentalmente a aceptar el cambio de horario,
cuatro o cinco horas menos, como por arte de magia. Al arribar, no solo ha
cambiado mi tiempo personal, sino que el estado de ánimo me ha de permitir, o
no, retornar a una dimensión del tiempo y espacio similar al que deje al
marcharme. Si bien generalmente lo logro, no puedo dejar de mirar de costado,
que ese ya es un tiempo que solo me pertenece en esos momentos que viajo. Ningún
viajero regresa a su tiempo de origen, se debe dar por satisfecho por retornar
a su ciudad de origen…
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