“Nuestra historia nos enseña de qué es capaz el ser humano”
Richard von Weizsäcker, presidente alemán entre 1984-1994
Las sociedades limitan su accionar de acuerdo a diversas fidelidades, ataduras emocionales o lealtades que pueden resultar nocivas para su sano funcionamiento. Lo mismo sucede en una familia. Tantas veces no se puede reforzar un juicio de valor muy definido al no poder reconocer las acciones y responsabilidad dentro de un contexto. Aferrados a consideraciones utilitarias para aliviar pensamientos o demostrar movimiento o acción -como memoria, memoria histórica, derechos humanos, empatía social, resiliencia y tantos-, la trascendencia por el recordar termina siendo un concepto de difícil implementación. La memoria parece selectiva o acomodaticia, el problema es que en su nombre se gana mucha liquidez en base a subvenciones y muy poca responsabilidad de definir. En la complicidad de las sociedades en ese pasado sucio de mi última entrada, refuerzo esos conceptos vertidos a través de una palabra de origen alemán, “Mitläufer” (*) para toda aquella gente común que no comete crímenes pero no está limpia por la indiferencia con la que deja actuar a sus “representantes” o “líderes”.