“Aquellos que anuncian que luchan en favor de Dios son siempre los hombres menos pacíficos de la tierra”.
Stefan Zweig
Harto, cansado y deprimido por la certeza de que la civilización estaba siendo derrotada, el veintidós de febrero de 1942, el escritor Stefan Zweig y su esposa decidieron quitarse la vida. Una sobredosis de barbitúricos y un abrazo eterno en la cama matrimonial pusieron fin a una larga huida del nazismo por varios países y a una convicción de que no se podría frenar a Hitler. El exilio generaba tanto desconsuelo como la situación alemana en esa segunda guerra. La necesidad de conservar una independencia intelectual y moral en el medio de una catástrofe de masas fue el determinante de la decisión conjunta. Faltan veinte años para que se cumpla un siglo de esa efemérides. Motivos han sobrado para que la humanidad continúe tomando medidas drásticas. Pero la vida continua, aún con tantos errores y horrores.