"No podemos al mismo tiempo curar y
saber. Así que curemos lo más aprisa posible, es lo que urge".
Albert Camus, “La peste”.
Su valor simbólico toma protagonismo
en este convulsionado comienzo de año. La peste no es un mal cualquiera, pero
nos ha acompañado siglo a siglo, sin pausa y sin respiro, y siempre tomándonos por
sorpresa. Por más ilustrado que estemos, no siempre vamos a reaccionar de
manera parecida. Se nos pide grandeza en momentos turbios, pero no es fácil
asumir que el realismo o humanismo pende de un hilo cuando las posibilidades se
acotan, cuando una epidemia nos reduce a espectadores encerrados en casa. Será
por eso que durante los meses de marzo y abril, todo aquel ávido lector fue en
busca de un libro tal vez leído en los años setenta de pasado siglo. Leer hoy “La
peste” de Albert Camus es tal vez leer la novela por primera vez, así de azorados nos
encontró el Covid de los cojones.
La novela es de 1947 y fue interpretada
-también- como una alegoría del nazismo que ocupó Francia durante la Segunda Guerra.
“El grito de los vencejos en el cielo de la tarde se hacia más agudo sobre la
ciudad”, me acabo de dar cuenta que a pesar del estatismo que generó el
confinamiento, los vencejos han renovado su rutina de hacer nido al costado de
mi ventana y revolotear frenéticamente por reconstruir su refugio, buscar
alimento o vaya a saber qué es lo que hacen con ese vuelo alocado. La peste no frenó
el fenómeno migratorio de la naturaleza. Ver ese vuelo alocado me da calma,
afuera explota la vida, la naturaleza respira gracias a nuestro encierro. Pero
ese dato conforta, es mucho más humano que los datos de muertos diarios que cada
mediodía arroja.
El doctor Rieux es el héroe que escogió
Camus para enfrentar a La peste. Dentro de una sociedad donde los valores están
al menos confundidos o anestesiados gracias a un individualismo mezquino y una
desconfianza enrabietada que resquebraja el tejido social, es Rieux -a través
de la voz de Camus- quien permite pensar que no todo está perdido. Estamos
viviendo en base a instantes, apenas salimos para la actividad esencial
-comprobamos que parte de la humanidad no es esencial-, algunos hacen trampas
para andar por las calles, la mayoría se confina y espera que lleguen las
veinte horas cada día para aplaudir con ganas, angustia, dudas, miedo o
esperanza, porque en definitiva se intenta aplaudir al porvenir, se necesita
esperar un porvenir donde la ciencia ficción no nos obligue a vivir más castigados
de lo que vamos.
Del Doctor Rieux podemos valorar sus
convicciones al servicio de Orán, ciudad donde se desarrolla la novela de
Camus. “En el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio” se
afirma en un tramo de la historia. A veces pasa en la vida real, pero las
ultimas desgracias que se vislumbraron -epidemias, ataques terroristas, manifestaciones
independentistas, desastres naturales- ese sentimiento de grandeza deja paso,
tras unos días, a las miserias que nos separan continuamente, a las diferencias
obscenas que unos y otros se tiran en las caras mientras dicen que hablan en
nombre nuestro, el incrédulo e invisible ciudadano de a pie. Y si bien creo que
mienten, que no me representan ni nunca me han consultado, a veces creo que
puede ser cierto, que esa casta impresentable esté representando nuestra
esencia, que seríamos la misma mierda en caso a acceder a un cargo que diera mínimo
poder. Pero debo seguir homenajeando a Camus, no radiografiando a esta granulómica
especie.
En “La peste” se nos grafica la despiadada
lucha de los médicos por revertir una sensación de inferioridad. “la verdad es
que no sabemos nada de todo esto” queda en el libro hasta elegante, porque lo
que escuchamos a lo largo de los días de dirigentes o especialistas es que la
gente no sabe nada de lo que sucede pero que no se disculpa por equivocarse a
diario. “Los enfermos morirán separados de sus familias, estando prohibidos los
rituales familiares” toma una triste y trágica dimensión para muchas familias
mientras que para los que no han sido afectados, solo se trata de ver con
ansiedad cuando será el momento de volver a una terraza a tomar cerveza o
participar de una buena jamada. Se trata de entender como unos y otros se sitúan
en el mundo, no se trata de juramentar que de esto saldrá una mejor persona.
No, el que es bueno lo seguirá siendo y hasta se habrá perfeccionado. Del otro,
mejor no hablar aunque me la pase hablando.
La oportunidad que nos brinda el Covid
-si es que se puede llamar oportunidad- es que seamos un frente donde lo
colectivo sea lo esencial, que hagamos nuestra parte para volver a ser hombres
libres. Camus nos ha explicado que el miedo tarde o temprano nos pertenece, que
por suerte gran parte del tiempo parece habitar en el otro lado. Por eso la gente
vuelve a leer “La peste”, porque sitúa sobre el contexto que arroja la
epidemia. Una pequeña historia de repente es la gran historia, un
entretenimiento entre comillas -porque para otros la literatura es una bitácora
de pensamiento y reflexión- nos invita a preguntar por que Camus, Saramago o Boccaccio
(entre otros) saben ayudarnos a comprender lo que está pasando y no los leemos.
Seremos ciegos seguramente, o tan lelos que necesitamos como en el caso de
Saramago que nos endulcen con metáforas sobre la escasez de percepción que nos
gobierna.
El virus fue mucho más veloz que
nuestra burocracia. Somos simbolismos intermitentes y la frase de Camus “a
partir de este momento se puede decir que la peste fue nuestro único asunto” ha
invadido nuestro espacio y nuestros relojes blandos que Gali graficara en “La
persistencia de la memoria”. Es que no es tal vez un problema de memoria, debe
ser algo tal vez más profundo eso de postergar todo aquello que sabemos que nos
hace mal pero lo dejamos aparcado esperando que macere, madure y estalle como
una cepa que nos arrastre hacia el peor de los lodos, la desidia. No podemos
zambullirnos de vez en cuando en la realidad para dejar de lado las
conclusiones filosóficas de nuestras experiencias. Valoro que Camus tenga
vigencia pero detesto que la tenga, será porque desde 1947 nos seguimos entreteniendo
con recorridos que creemos de ficción pero que en realidad son señales de
lucidez desaprovechada…
No hay comentarios:
Publicar un comentario