“Con El Quijote comenzó el verdadero realismo mágico (episodio de la cueva de Montesinos). Ese relato es una especie de sueño medieval que utiliza el mismo procedimiento de El Aleph, de Borges. Habla de alguien que cae en un lugar oscuro y empieza a ver pasar el mundo, como un desfile de la historia del universo”.
Jorge Edwards – escritor chileno.
Cervantes mezcló en su obra trascendente la literatura vieja con la moderna y sobre una ficción bien focalizada en España la convirtió en universal para todos los corazones humanos. “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” es el momento del cambio que representa la verdad propia de una obra literaria: la conciencia de la ficción “real” no perjudica la ilusión de lo existente y le permite soñar al lector con esa objetividad cotidiana que desprende la novela moderna. El Quijote se compone de trescientas ochenta y un mil, ciento cuatro palabras, de las cuales veintidós mil novecientos treinta y nueve son diferentes entre sí. En la actualidad, un ciudadano medio apenas utiliza cinco mil palabras, reduciendo su vocabulario, empobreciendo su pensamiento y limitando su intelecto. Y parte de esas palabras que figuran en la novela no se utilizan ya en España pero sí se conservan vigentes en varios países de América.