“Y quienes lo conocimos, lloraremos aún más por aquel Diego que, en los últimos tiempos, casi había desaparecido bajo el peso de su leyenda y de su exagerada vida”.
Jorge Valdano
En el año que todos le temimos a la muerte, resulta que faltando un mes para cerrar este 2020 se muere un inmortal. La sensación de fragilidad aumenta, por primera vez hay que usar su necrológica. Si bien hay muchas personas capacitadas para hacerla, costará encontrar a alguien que quiera encargarse de su obituario. Llora el hombre común, llora el futbolero, llora el que lo acompañó en un campo y su muerte no resulta indiferente a ningún noticiero, cable, periódico o programa de cualquier índole, que comienzan la entrada sobre su deceso con un silencio de incredulidad y dolor. Hoy, el mismo día de su fallecimiento, es fácil caer en las frases nostálgicas y el tierno recuerdo, más para mí, que lo disfruté tanto mientras jugaba y lo condené con similar intensidad, cuando retirado o siempre cercano a retirarse, nunca supo que hacer bien sin un balón de fútbol.